CAPÍTULO 55
—Aun no puedo creer que de verdad te vayas a ir —expresó Cale, despidiéndose al fin de esa joven que protegió tanto como prometió y gracias a la cual ahora tenía lo que no pensó que tendría jamás: una bella familia—. ¿No quieres quedarte y convertirte en mi primer ministro? Estoy seguro de que podríamos hacer grandes y muy buenas cosas por Atrumb juntos.

Mía sonrió, ahora todo parecía volver a la tranquilidad, y aún así no se podía quitar la ansiedad generada por estar en un territorio donde dejaría atrás una vida, que le había gustado un poco, y donde dejaría también el más profundo dolor de su alma, ese que tal vez no se podría perdonar nunca, ni siquiera, aunque Corono la perdonara por ello.

—Bueno —habló Corono—, si las cosas se ponen muy mal en Cenzalino, volveremos y yo me convertiré en tu primer ministro, me pondré vestido, si lo requieres.

—¿Cómo las cosas se pondrían poner mal en Cenzalino? —preguntó Mía, que en realidad no había hablado con Corono de nada respecto a su imp
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