UN RECUERDO
—Buenas tardes—. Dijo una señora en italiano, mientras miraba directamente al adolescente sentado detrás de la mesa frente a ella. Apenas levantó la vista hacia ella mientras sus grandes gafas cilíndricas colgaban bajas a punto de caerse por el puente de la nariz desde donde descansaban.
Le echó un vistazo y volvió a bajar los ojos al pequeño cuaderno que tenía delante. El bolígrafo se le clavaba sobre todo entre los dedos índice y pulgar. Estaba físicamente presente, pero su actitud decía lo contrario.
La señora que tenía delante tenía una mirada estricta, mientras esperaba una reacción aceptable por su parte. Sus manos se juntaron y permanecieron inmóviles frente a ella. No pudo aguantar más el silencio y habló.
—Dilo, Enrique. Repítelo—. Le ordenó en inglés, demostrándoselo con la mano, mientras su acento italiano seguía presente en su frase.
Enrique tragó saliva al darse cuenta de que no lo estaba haciendo bien y de que, si no se incorporaba, tal vez nunca llegaría a o