Nathan se aclaró la garganta y comenzó:
—Meli, desde el primer día en que te vi supe que éramos almas gemelas. —Meli abrió la boca con incredulidad y él se encogió de hombros—. ¡Vamos, no puedes negarlo, del odio al amor solo había un tropiezo de tus fatídicos tacones rojos! —Meli dejó escapar una