Continué corriendo, internándome cada vez más en la inmensa oscuridad del bosque; enfundé mi arma para no perder velocidad y, aunque me quedé sin aliento, seguí sin detenerme.
Mis pulmones parecían querer estallar y ya no sentía mis piernas. Mi piel ardía debido a la brisa gélida y mi corazón latía tan fuerte que posiblemente se detendría. La sensación era familiar y entonces mi mente volvió al pasado en un flashback bastante inoportuno...—¡Cariño, tienes que ser valiente! Si te pido que corras, corres, y muy rápido, como si tu vida dependiera de ello, y no mires atrás. ¡Jamás lo hagas! —dijo mamá mientras tomaba mis manos con firmeza.Lágrimas inundaban mis ojos, y mi cuerpo temblaba al escuchar los disparos que provenían de todas partes. Madre y yo estábamos escondidas en el clóset de mi habitación.De repente, un estruendo cercano se escuchó. Alguien había entrado a mi habitación. Mi madre tomó el arma que le había dado papá y apuntó a la puerta. Recuerdo que sus manos temblaban y su piel sudaba; hasta ese momento, ella nunca había matado a alguien. De eso estoy segura. Y creo que si su vida estuviera en riesgo, no lo hubiera hecho. Pero cuando su mirada se posaba, parecía dejar de dudar.—Cubre tus oídos, cariño —me susurró.Segundos más tarde, un hombre le disparó a la puerta y la abrió con una patada. Pero antes de que este pudiera apuntarnos, mi madre le disparó en el pecho varias veces. El hombre cayó hacia atrás y el piso a su alrededor no tardó en convertirse en un charco de sangre.Mamá me tomó en sus brazos, aún con el arma en su mano, mientras yo permanecía inmóvil, mirando fijamente a aquel hombre y aún cubriendo mis oídos.Al salir de la habitación, recuerdo el río sangriento de sangre y los cuerpos esparcidos por todo el suelo. Aquello parecía un valle sombrío de cadáveres, de difuntos que seguramente nadie lloraría sus muertes o quizás sí...No sé cómo lo hizo, pero de un momento a otro, mamá y yo salimos del túnel hacia el bosque.—¿Recuerdas lo que te dije en la habitación, cariño? —preguntó mamá mientras mi mente repasaba como en forma de película las escenas recientes que había vivido. —¡Cariño, tienes que ser valiente! Y justo ahora tenemos que correr, correr mucho y jamás mirar atrás —dijo firmemente, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.Tomó mi mano y ambas empezamos a correr. Recuerdo correr lo más rápido que mis piernas cortas podían, y en ese intento tropecé, soltando la mano de mamá. Ella se detuvo mientras yo me levantaba, y de repente, la escuché fuertemente gritar. Antes de percatarme de lo que estaba pasando, ella me tomó en sus brazos y luego un disparo se escuchó.Sus ojos tristes me miraron...—Perdóname, mi amor —susurró débilmente mientras lágrimas bajaban por sus mejillas.Su cuerpo agonizante cayó a mi lado. Levanté la mirada al sentir a alguien venir hacia nosotras y vi a un hombre vestido de negro que me apuntaba.Tomé el arma que mamá aún llevaba en su mano y le apunté al hombre frente a mí.—Niñita, baja eso. No es un juguete. Mi jefe seguramente querrá conocerte, así que ven con...Disparé dos veces antes de que terminara de hablar. En menos de tres segundos, el hombre cayó al suelo completamente inmóvil.Esperé un poco más, asegurándome de que no se volviera a levantar, y mientras lo miraba fijamente, escuché un quejido que me sacó de aquel trance.—Cariño —susurró mi madre débilmente. La miré y mi corazón se estremeció al ver su mano extendida hasta mí; entonces solté el arma y me apresuré a tomarla.—Mamá —susurré mientras mi voz se quebrantaba.—No llores, mi niña, mi más grande amor —expresó débilmente con una mediana sonrisa en sus labios. —Tienes que ser muy valiente, pero sobre todas las cosas, tienes que ser feliz. Y si encuentras el amor, no lo dejes ir —agregó. —No tienes de qué preocuparte, cariño. A donde yo vaya, voy a protegerte, y nunca olvides que te amo más que a mi vida —concluyó.Su mirada se apagó y lentamente sus ojos se cerraron.—¿Mamá?... —la llamé, pero ella no respondió. Mis ojos se inundaron de lágrimas y mi cuerpo empezó a temblar. Coloqué mi cabeza sobre su abdomen y lloré desconsolada.Recuerdo que la noche cayó y yo seguía allí, llorando sobre el cadáver de mi madre. De un momento a otro, escuché a lo lejos a alguien decir: "¡Jefe, la encontramos!" Y luego solo recuerdo a mi padre tomarme en sus brazos mientras me pedía una y otra vez perdón entre lágrimas.Desperté bañada en sudor y un poco aturdida debido a mis propios sueños o, más bien, recuerdos...Han pasado diez días desde que escapé y cada vez estoy más y más lejos de Nueva York. Me he escondido en casa de algunos contactos, pero todos me han vendido a Agustín y Ernesto. El dinero que tengo ya se me está acabando y no cuento con ningún documento de identificación, así que viajar de un lado a otro ha sido costoso.Empecé a pagar moteles, pero siempre tengo que irme de ellos rápidamente...Ahora me encuentro en Atlanta, ciudad del estado de Georgia, en un motel de mala muerte.—Ok, tendré que hacer un pequeño cambio para que no me sigan encontrando —dije mientras me levantaba de la cama para tomar la bolsa con cajas de tinte y mi arma.Después de unas pocas horas, mientras miraba el nuevo color cobrizo de mi cabello antes negro.—No está mal —dije moviéndolo un poco. Luego dejé el espejo de mano a un lado y continué tomando mi taza de café.Me acerqué a la ventana para observar un poco la ciudad cuando de repente un auto estacionó frente al motel, dos hombres extraños se bajaron de él y entraron al establecimiento. No iba a esperar para saber si venían por mí o no; de inmediato tomé algunas de mis cosas y las guardé en mi bolso, al igual que las cajas de tinte para deshacerme de cualquier evidencia.Salí de la habitación asegurándome de que no hubiera nadie en los pasillos, corrí rápidamente a las escaleras y subí hasta la azotea para luego bajar por las escaleras de incendio, evitando así la recepción.Al terminar de bajar, me encontraba en el callejón al costado derecho del motel, me coloqué la capucha de mi chaqueta para ocultar mi rostro y empecé a caminar en dirección opuesta al lugar de donde me encontraba.Anduve sin rumbo por un largo rato, hasta que tomé un bus sin saber a dónde se dirigía. Después de un tiempo, sentí que ya estaba lo suficientemente lejos y me bajé sin percatarme de dónde me encontraba.Al bajar y levantar la vista, por fin me di cuenta de que estaba en una zona que parecía el centro de Atlanta, llena de edificios, un parque lleno de zonas verdes y una fuente hermosa en el centro. Decidí ir en esa dirección.A los pocos minutos, me senté en un banco para pensar en dónde me quedaría esta noche cuando de repente una niña se cayó frente a mí. Actué de inmediato y la ayudé a levantarse.—¿Estás bien? —le pregunté.La niña me miró por unos segundos y luego señaló su rodilla.—¿Me permites ver? —pregunté y ella asintió solamente.No pude evitar sonreír al ver la inocencia y timidez en sus bellos y azulados ojos. La ayudé a sentarse en el banco en el que estaba y observé su rodilla; efectivamente había una pequeña raspadura.—No te preocupes, pronto se va a curar, así que no tienes que sentirte mal, no saldrá tu corazón por la herida —bromeé y la niña se rió un poco.<