DAMIÁN SANDERS

Estar nerviosa era un sentimiento poco frecuente en mi, incluso no recuerdo la última vez que me sentí así pero allí estaba sentada en uno de los sofás de una biblioteca, la cual se encontraba en el interior de la mansión en la que residía Linsey y Olivia, dos extrañas que acababa de conocer en el parque.

Frotaba mis manos la una con la otra en señal de nerviosismo. Olivia me dijo que el padre de Linsey aceptó hacerme la entrevista, pero estaba ocupado en su trabajo, así que me pidió que lo esperase.

—le traje algo de jugo para que el tiempo de espera no se le haga tan largo —informó Olivia entrando a la biblioteca.

—Muchas gracias —contesté tomando el vaso con jugo junto con una servilleta de tela de algodón que Olivia me extendió.

—¿Está nerviosa? —me preguntó.

—Si un poco —contesté soltando un suspiro. Tomé un poco de jugo y al levantar la vista me percaté del retrato de una hermosa mujer, el cual estaba plasmado en un cuadro grande, y colgado en la pared del fondo.

—¿Quién es ella? —pregunté sin darme cuenta, víctima de mi propia curiosidad. Olvida se queda en silencio y mira el cuadro con admiración. —Lo lamento, no quería ser imprudente —agregué disculpándome.

—No es ninguna imprudencia, hablar de la señora es algo que me agrada. Ella era la esposa del señor —contestó tranquilamente, sin embargo en sus ojos podía reflejarse la tristeza que sentía al recordarla...

—Es muy hermosa —agregué.

—Asi es, era muy hermosa. Murió hace un año y medio —informó.

De inmediato sentí mi corazón oprimirse al pensar en Linsey. También perdí a mi madre cuando era tan solo una niña, y no pude evitar empatizar con ella.

Olivia deja de mirar el cuadro y me mira nuevamente con seriedad.

—El señor vendra pronto, por favor tenga usted paciencia —pidió y asentí sin mediar palabra. —Con su permiso —agregó para luego retirarse.

Vi pasar los minutos letalmente en aquel reloj de pared colgado frente a mi. Sentía que mis nervios aumentaban con el leve sonar de las manecillas.

La puerta nuevamente se abrió y pensando que era quien estaba esperando me levanté abruptamente, pero mi interior se calmó al ver entrar a Linsey a la biblioteca, mientras me sonreía con timidez, sin saber si debía acercase o no. En cuanto le sonreí ella se apresuró hacía mí y la tomé en mis brazos para luego sentarme con ella en el sofá.

—¿Tú también estás nerviosa? —le pregunté y ella sonrió aún más.

—No lo sé pero quiero que tú seas mi niñera —contestó.

—Me halagas mucho hermosa, pero haber dime; ¿cuántos años tienes? —le pregunté y Linsey me enseñó siete deditos de sus manos —Wow siete son muchos años —dije fingiendo estar sorprendida.

Era algo extraño, pero no lo podía evitar, jugar con ella, hablarle con tanto cariño era algo que pasaba antes que me diese cuenta.

<

> pensé buscándole un sentido a mi comportamiento.

—¿Y tú? —me preguntó.

—Mmm, yo tengo 25 años, mucho más que tú, ya soy casi una anciana que necesita su bastón —dije imitando una voz parecida a los adultos mayores que lastimosamente ya carecen de su dentadura.

Linsey empezó a reírse mientras negaba con su cabeza.

—No es cierto, tu no tienes arrugas y eres muy bonita, mucho —aclaró y sonreí encantada.

Linsey me abrazó e hice lo mismo. Sin darme cuenta cerré mis ojos como si deseara que aquel abrazo no terminara nunca.

Una extraña sensación paz, de estar a salvo invadió mi interior...

Jamás había experimentado tanta tranquilidad en mi vida, siempre he estado en peligro, en el mundo de la mafia estar tranquilo es bajar la guardia.

Abrí mis ojos nuevamente extrañada de mis emociones...

<

> pensé.

Mi mirada recorría el lugar buscando no prestarle mucha atención a aquel abrazo, y de repente me detuve al ver aquél hombre alto al lado de la puerta.

Sus ojos se encontraron con los míos. Su expresión era indescifrable, y su físico demasiado atractivo.

Su mirada era tan profunda e intensa que sentía penetrar mi alma. Lucía su porte imponente y varonil con un traje estético y formal; el color de sus ojos era azul fuerte y me miraban fijamente a través de sus lentes. A sus labios no les encontraba comparación alguna, su simetría era casi perfecta.

Sentí que podía observarlo por horas enteras pero ya era extraño aún no haberme preguntado quién es él.

Me levanté del sofá sosteniendo a Linsey, quién siguió mi mirada y al ver aquel hombre se bajó rápidamente de mi y corrió hacia él, quien la tomó en sus brazos con la sonrisa más perfecta que haya visto en mi vida.

No podía apartar mi vista de él. Mandíbula afilada, mirada de animal depredador, una perfecta manzana de adan y el cuerpo atlético de un nadador.

—¡Hola mi princesa!, ¿Cómo estás? —le preguntó.

—Muy bien papi —contestó Linsey con una sonrisa.

No había tenido tiempo de pensar en cómo sería el padre de la pequeña, pero jamás hubiese imaginado que era alguien así.

<<¿Pero así cómo?>> Me pregunté  en el pensamiento.

—Papá hoy hice una nueva amiga y quiero que sea mi niñera —expresó Linsey.

Él me mira nuevamente y siento algo extraño dentro de mí, algo que me paraliza y me hace sentir más que un simple nerviosismo.

—Bueno permite hablar con tu amiga, así sabremos si podemos contratarla, ¿Te parece? —le preguntó y Linsey asintió. Luego bajo de los brazos de su padre, vino hasta mi para despedirse y después de darme un beso en la mejilla salió de la biblioteca.

En cuanto ella se fue el silencio se apoderó de cada rincón y se sentía una extraña tensión en el aire. No entendía que me estaba pasando pero no podía sostener su mirada, y cuando él empezó acercarse a mi, el corazón latió a toda velocidad; incluso sentía que podía escucharlo.

<<¡Eres la reina en el mundo de la mafia, has estado al borde de la muerte en muchas ocasiones, ya has perdido la cuenta de cuantas veces te han apuntado con un arma, así que esto no es nada! ¡Compórtate!>> Me dije a mi misma mentalmente.

Tragué saliva, adopté una postura más rígida y me obligué a mirarlo fijamente.

—Mucho gusto, Damián Sanders, padre de Linsey —se presentó extendiéndome su mano.

El tono de su voz ahora era más serio y demasiado varonil, pero no dejaría que eso me distrayece, así que sin pensarlo tomé su mano y en el instante en que lo hice mi cuerpo se estremeció.

No podía ponerlo en palabras porque ni siquiera yo entendía que estaba pasando, y tampoco sabía si estaba bien o mal, sólo sé que estaba pérdida en sus ojos y mi cuerpo temblaba.

—Mucho gusto Daphne King —solté suavemente sin darme cuenta.

Él se quedó en silencio al igual que yo, y también me miraba fijamente.

Sabía que debía hacer algo o decir algo para cortar la atención...

—Un placer conocerlo señor Sanders —dije con media sonrisa mientras soltaba su mano.

Damián parece reaccionar rápidamente y señaló al escritorio frente a nosotros.

—Por favor tome asiento señorita King —pidió para luego raspar su garganta.

Tal vez eran ideas mías pero parecía algo incómodo.

Él tomó asiento en la parte de atrás del escritorio y yo en la de enfrente.

Lo veo acomodar sus gafas mientras adopta una postura rígida acompañada de esa expresión seria y fría que tenía antes.

Claramente la entrevista estaba por empezar...

<

> pensé.

—Bueno señorita King, mi empleada de confianza, la señora Olivia, me comentó las circunstancias en las que se conocieron, así que debido a eso no voy pedirle un currículum, pero ¿Me podría facilitar sus documentos de identificación? —preguntó.

En cuanto aquellas palabras salieron de sus labios, supe que estaba perdida...

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