El jardín interior del palacio resplandecía bajo el sol de la tarde. Marina había decidido aprovechar el tiempo libre mientras los niños estaban en sus clases de equitación para disfrutar de un momento de paz entre las flores. Con un libro en su regazo, se había acomodado en uno de los bancos de mármol, oculta parcialmente por una frondosa buganvilia que trepaba por la columnata.
El aroma de los jazmines flotaba en el aire, mezclándose con el sonido del agua que caía suavemente en la fuente central. Marina cerró los ojos un instante, permitiéndose un respiro en medio de las tensiones de los últimos días. Desde aquel beso con Khaled, todo parecía haberse complicado exponencialmente. Las miradas furtivas, los silencios cargados de significado, y la constante presencia de Rashid, quien no disimulaba su interés por ella.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el soni