Capítulo 26. La sombra de la duda.
El aire denso y viciado de la prisión sofocaba a Belinda Bernal. El eco de la sentencia aún resonaba en su mente, envolviéndola en una angustia que se negaba a disiparse. A pesar de la dureza de su realidad, había algo dentro de ella que no podía quebrarse. Su hijo. El pequeño ser que crecía en su vientre era su única esperanza, su razón para mantenerse en pie.
Los días en prisión eran interminables, se fundían unos con otros en una monotonía gris y opresiva. Belinda pasaba las horas acurrucada en su pequeña celda, acariciando su vientre que comenzaba a crecer. Su hijo, la única luz en ese abismo de desesperación, era su ancla a la cordura.
Las noches eran lo peor. Pesadillas la asaltaban, imágenes de Sasha, de Fabio, de Ady riéndose mientras ella gritaba tras los barrotes. Se despertaba empapada en sudor frío, ahogando sus sollozos para no molestar a las otras reclusas.
Las comidas escasas, el frío que se filtraba por las paredes, las miradas hostiles de algunas reclusas. Algunas la