Desde su posición en el balcón de la torre principal de la abadía, Selene mantiene su mirada fija en el horizonte, por lo que, nota como una inmensa nube oscura se cierne sobre las tierras a lo lejos.
Solo necesita de afinar su mirada un poco, para notar como las sombras se mueven amenazantes hacia el poblado humano a las afuera del territorio de la Manada del Sur.
“Aléjate de ellos, aun no es tiempo”
Sus palabras, aunque son un susurro que se mezcla con el viento, salen con un claro tono de autoridad. Recorriendo la inmensa distancia en solo una fracción de segundos, la luz de su poder, chocando con aquellas sombras que se ven obligadas a retroceden momentáneamente ante la presencia de la deidad.
“¡Son míos! ¡No tienes poder sobre ellos!”
Es la repuesta que recibe, y aunque sabe que es verdad, que los humanos están fuera de su dominio o resguardo se mantiene firme sobre su orden. Dejando que su aura viaje hasta posarse sobre el territorio humano, ve como esto hace que la nube de oscuridad se disipe. No piensa permitir que la premura arruine todos sus planes.
—Mi señora—, llama Eli a sus espaldas—. Es el alfa Lían, se encuentra luchando contra Hansen.
Ante las palabras de la sacerdotisa, Selene se da la vuelta y la mira fijamente. Aunque el saber que eso está pasando no le agrada, sabe que no hay nada que ella pueda hacer al respecto, por lo que, deja salir una suave sonrisa antes de hablar con un tono suave.
—Hay líneas del destino que ni quiera yo puedo cambiar, y el enfrentamiento destinado entre ellos, es uno de esos eventos que ni siquiera yo puedo reescribir sin importar cuanto lo desee— responde mientras camina hacia la salida de la estancia.
Sin dudarlo ni un poco, Eli se apresura en seguir a Selene en silencio, mientras, su mente y corazón se vuelven un caos silencio debido a todas las emociones que se encuentra recibiendo por medio del vínculo que comparte con sus hermanas, mismas que no pueden ocultar la angustia y dolor que estas están sintiendo.
Al llegar ante la cámara de los ancianos, Selene se detiene. Tomando un momento, vuelve su rostro hacia la loba y la observa fijamente, no necesita que Eli diga algo más, sabe lo que ocurre sin la necesidad de que ella lo exprese.
Aun así, elije darle la oportunidad de que sea ella quien use sus propias palabras.
— ¿Qué sucede, Eli? — pregunta, su voz saliendo suave y maternal.
Pero Eli no responde de inmediato. En cambio, su mente está en otro lugar, en un diálogo silencioso con su loba interior.
“¿Por qué insistes en seguirla, incluso por sobre lo que está pasando con nuestra manada?” — murmura su lobo, su voz ronca y llena de reproches. — “¿Acaso no ves cómo no le importa?”
Eli siente la punzada de la pregunta en lo más profundo de su ser. Debido a su formación como sacerdotisa, la conexión con su lobo siempre ha sido tan fuerte y ancestral, que apenas si puede distinguir sus propios pensamientos de los de su animal. Aun así, en ese momento la voz de la loba sigue resonando en su mente con tanta fuerza e individualidad, que logra despertar las dudas que Eli había mantenido atadas desde que recibió las primeras ordenes de su madre.
“Ella, va a protegernos” —, responde en un intento de convencerse más a sí misma que a su lobo—. “Es la Madre Luna, su único propósito es cuidar de nosotros.”
Pero la loba no cede.
“¿A qué precio?” — pregunta, su tono desafiante—. “¿Acaso perder a nuestro Mate no es pago suficiente?”
Selene espera pacientemente una respuesta, pero Eli sigue en silencio, debatiéndose en su interior. Un debate que ella puede escuchar a la perfección.
—Eli —llama nuevamente, esta vez con más firmeza.
La voz de Selene recorre cada fibra del cuerpo de la loba, y aunque tarda un momento en reaccionar, al hacerlo, levanta la mirada y la fija en la de la Diosa, al notar el marcado brillo dorado de su mirada, se siente tan pequeña e insignificante, que rápidamente baja la cabeza y fija su mirada en el suelo.
— Lo siento, mi señora, — murmura con una voz apenas audible—. Estoy bien. Solo fue un momento con mi lobo.
Selene espera escuchar algo más, pero al no hacerlo, solo asiente con suavidad.
Aunque no recibe ni una palabra o reproche, la menor sabe que la deidad no cree sus palabras ni tampoco podría engañarla fácilmente. Sin embargo, por el momento, decide que la conversación interna con su lobo quede suspendida, enterrada bajo el peso de su lealtad y deber.
Pero, aun así, el eco de las palabras dichas por el lobo sigue resonando en su mente, recriminándole cada paso que da junto a Selene, gritando que esa elección la debe hacer conscientemente pues, aunque sea su madre creadora, tienen mucho que sacrificar.
༻ MANADA DEL NORTE ༺
Cuando logra quitarse maldito de encima, Lían no duda en apresurar su andar para irse sobre Hansen con todo lo que tiene. Por mucho tiempo ha deseado encajar sus fauces en el cuerpo de Hansen hasta poder desgarrarlo sin piedad alguna y ahora que tiene la vía libre para poder hacerlo, no piensa desaprovecharlo.
Una vez que se encuentra frente al anciano, ve como este adopta su piel de lobo y o enfrenta en el ataque que recibe, aquella es la oportunidad que ambos tanto habían esperado para arrebatar la vida de su mayor oponente.
Ambos lobos se enfrentan en una lucha encarnizada, que los lleva hasta la parte superior del castillo, donde ahora se baten en el patio. La noche volviéndose testigo de un combate largamente aplazado.
Cuan se separan por un momento para analizar a su rival, Lían deja que el rojo de su mirada se intensifique, y, gruñendo con ferocidad, no baja la guardia mientras vuelve a ataca o esquiva los embates de Hansen.
Los dos lobos chocan con una fuerza devastadora; sus garras chasquean en el aire mientras intentan infligirse el mayor daño posible. Hansen no permite que el tamaño de Lían lo intimide; por el contrario, intenta someterlo con su peso. Pero el alfa no cede fácilmente: su agilidad y destreza en combate le permiten esquivar los ataques más letales de su enemigo.
Los sonidos de gruñidos y rugidos llenan el aire, mezclados con el chocar de dientes y el desgarrar de carne y pelaje. La tierra tiembla bajo el peso de la lucha, y la sangre empieza a teñir el suelo a medida que ambos lobos se sumergen en un frenesí de violencia pura. Lo único que importa en ese momento es matar al otro.
En un breve momento de descuido por parte de Hansen, Lían ve su oportunidad. Con un rápido movimiento, logra hundir sus colmillos en el costado derecho del lobo, arrancándole un rugido de puro dolor. La sangre brota, empapando aún más sus pelajes, y por un instante, la victoria parece estar al alcance de Lían.
Pero entonces, algo extraño ocurre, algo que Lían no había visto nunca antes. Una esencia oscura comienza a emerger del cuerpo de Hansen, una niebla densa y siniestra que envuelve su figura herida. Lían retrocede, desconcertado, mientras observa cómo la herida mortal de su enemigo se cierra rápidamente, sanada por la oscuridad que se cierne sobre él.
El desconcierto se encuentra vivamente reflejado en los ojos de Lían. No comprende qué es lo que está ocurriendo. La esencia oscura y desconocida no solo regenera a Hansen, sino que también le devuelve la fuerza y vitalidad que había perdido en la batalla.
Ante la mirada atónita de Lían, a medida que la niebla se disipa, la figura de Hansen emerge renovado.
Lían siente cómo su mente trabaja a toda velocidad, buscando una explicación lógica a lo que acaba de presenciar. Había esperado ver a Hansen caer por la herida, pero en cambio, lo ve fortalecido por fuerzas oscuras que escapan a su comprensión.
Cuando la mirada de Hansen se vuelve filosa y profunda, un rugido de frustración y odio escapa de Lían, pero, sin importarle su propio estado, se prepara para enfrentarlo una vez más, sabiendo que esta pelea está lejos de terminar.
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