El Choque, Parte Dos.

Cecilia

Me quede anonadada por no decir con cara de pendeja «Conste que lo dijiste tú solita, yo esta vez no abrí la boca», ese hombre me estaba diciendo que se llamaba Víctor Mancini y que ayer era un enigma para él.

No… no… no, me niego a creer esto, mire para todos lados como si buscara para ver donde estaban las cámaras ocultas de la trasmisión en vivo de la broma.

De seguro era una broma que me había preparado el desgraciado ese tan luego salió de mi oficina, juro por Dios que lo mato, lo mato; está muy equivocado si piensa que puede venir después de muchos años a jugarme bromitas de ese tipo, la chiquilla tonta que se entregó a él por amor está enterrada mil metros bajo tierra y no pienso revivirla porque yo misma la amarro y la tiro al mar para que se lo coman los tiburones.

Su cara me decía que estaba disfrutando el momento, ver mi cara que de seguro era todo un poema por culpa de sus palabras que me calaron en lo más profundo.

— ¡Tú no eres Víctor Mancini!

— ¿Qué dices?
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