— ¿Mi señor? — Oliver se acercó con pasos cautelosos, llevando consigo una sombra de temor.
— ¡Habla de una vez! — Gruñí impaciente, sus ojos recorriendo los cuerpos caídos alrededor, testimonio del estrago dejado por la bestia después de recuperar la conciencia.
— Algunos de ellos eran humanos, mi rey… Tememos represalias. — Murmuró Oliver, el beta, con un análisis agudo y precaución marcando cada palabra.
— Serán más presas para nuestro deleite. — Sonreí malevolente, apreciando la idea con satisfacción. — Y en cuanto a Victoria, ¿hay novedades?
Noté la inquietud de mi beta; sus ojos estaban fijos en el suelo, el aroma de miedo flotando a su alrededor.
— ¡DÍGAME! — Rugí, haciéndolo temblar aún más.
— Alfa… No encontramos a Victoria ni a su cría en ninguno de nuestros escondites, pero detectamos la presencia de magia negra. — Tragó, saliva, preocupado. — Temo que haya sucumbido al mal.
— Esa mestiza ya lo estaba planeando — Reflexioné — Esperaba el momento adecuado para escapar con mi