El silencio después de las palabras de Mariela era tan denso que Tamara podía sentirlo presionando contra su pecho. Konstantin Voss. Su padre biológico. El abuelo de Damián.

Las implicaciones se desplegaban en su mente como dominó cayendo, cada revelación golpeando más fuerte que la anterior.

Se había casado con su primo.

Todo el contrato, todas las cláusulas específicas, la insistencia de Catalina en que fuera ella y nadie más... no había sido casualidad. Había sido diseño. Una conspiración que abarcaba décadas.

—¿Por qué me dices esto? —preguntó Tamara finalmente, su voz sonando extrañamente distante a sus propios oídos—. ¿Por qué ahora?

Mariela se acercó a la ventana, mirando hacia Moscú iluminada en la noche.

—Porque Elena piensa que te controla. Que eres peón predecible en su juego. —Se giró, sus ojos calculadores pero con algo más, algo que Tamara no podía descifrar completamente—. Pero información es poder, querida. Y quiero que tengas poder cuando enfrentes lo que viene.

—¿Por