El tiempo pareció detenerse en ese salón lleno de secretos y sangre. Tamara miraba a Valentina inconsciente, procesando la trampa mortal en la que todos estaban a punto de caer. Tenía que advertir a Ethan, tenía que hacer algo, pero antes de que pudiera siquiera respirar...

Lorenzo comenzó a llorar.

No eran lágrimas silenciosas de un hombre contenido. Era un colapso completo, devastador. Su cuerpo se sacudía contra las ataduras, sonidos guturales escapando alrededor de la mordaza. Mariela caminó hacia él con pasos medidos, removiendo la mordaza con movimiento casual.

—Adelante, Lorenzo —dijo con falsa dulzura—. Di tu verdad. Treinta años de mentiras finalmente pueden terminar.

Lorenzo tosió, su voz rota cuando finalmente habló:

—Es verdad. Todo es verdad.

Gabriel se giró hacia él, rostro descompuesto.

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