Capítulo veintinueve
La mujer de acero
*Adriano Di Lauro*
Por un instante creo no llegar a tiempo, pero mis pies parecen volar y detengo su mano a solo unos pocos milímetros de la cara de mi esposa.
La sangre corre a través de mis venas enfebrecida, burbujeando en su punto de ebullición y a medida que hierve más, el frío en mi mirada crece. Es un rasgo que me caracteriza: calor por dentro, hielo por fuera.
— No se te ocurra nunca ponerle una mano encima a mi mujer —mi voz es apenas un susurro enronquecido—. Ni siquiera con el pensamiento.
— ¡Ella me ofendió! —protesta la anciana.
— Me importa un comino —manifiesto—. He tenido demasiada condescendencia contigo, Francesca y conoces la razón a la perfección, pero yo sigo teniendo el cont