Capítulo treinta y tres
No puedo alejarme de ella
*Enrico Falconi*
La veo irse y me acuerdo de todos mis antepasados. ¿Cómo es posible que me haya atrofiado el cerebro al punto de no poder controlar mis propias palabras?
Joder, que ha entendido todo mal y me ha apuñalados en el proceso.
La expresión asesina de Federico Di Lauro no me ayuda a salir de mi ensimismamiento.
—Federico...
—¡Cállate! —me corta de manera abrupta—. No quiero escucharte porque tus palabras no tienen valor para mí.
—¿Qué quieres entonces, eh? —cuestiono—. ¿Golpearme? Vamos, aprovecha que tu hermana se ha ido.
—A mi hermana no la menciones, imbécil —me se