Dalila finalmente entendió lo que quería decir.
Cuando Albert Kholl dijo —acuéstate—, lo decía en el sentido más simple y puro.
¿¡En serio pensó sucio?!
Ella se sorprendió a sí misma con esos pensamientos.
Ahhh, ella todavía estaba pensando en lo desvergonzado que era y lo irrespetuoso que estaba siendo.
¡Pero todo fue debido a sus pensamientos corruptos!
Desde el beso hasta dormir juntos... todo había sido fruto de sus ilusiones.
¿Cuando empezó a volverse así?
Por suerte, Albert Kholl se había quedado dormida y no tenía ni idea. De lo contrario, le habría dado demasiada vergüenza enfrentarlo.
Dalila sintió que sus mejillas ardían nuevamente.
No tuvo que mirarlos para saber que eran rojos.
Ese hombre tenía su cuerpo contra el de ella, y ella se sentía extremadamente pequeña y menuda contra él.
Su rostro estaba justo debajo de su barbilla, y moverse incluso un poco haría que tocara su nuez de Adán.
Ella podía sentir su encanto con cada respiración que tomaba.
Su cálido aliento contra