Ordenaron la comida y la incomodidad de Enzo crecía con cada minuto que pasaba ya que la conversación no podía ser más superficial, Katia haciendo planes para su futura boda con “Eduardo” y su madre proponiendo viajes, autonombrándose administradora de su fortuna.
Su hastío era tal que olvidó “la sorpresa” que les tenía, pagó la cuenta y salió casi corriendo del lugar, afuera, al despedirse, Adia lo apartó de su hija y le dijo:
–Ya mismo vas a explicarme qué pretendes.
–Conocí a Katia de casualidad, imagínese mi sorpresa cuando me dijo su nombre y supe que era mi verdadera esposa, me gustó y estoy pasando tiempo con ella.
–Le diste un nombre falso –alegó con molestia.
–Me hace mucha gracia su molestia, ¿sabe qué fue chistoso realmente?, que su hija no tuviera idea de c&oa