17. Una ilusión.
POV. EMILIA
—Señora, lo siento… nosotros vamos de bajada, y a la señora Romina Laverde no le gusta compartir su espacio con nadie —dice el conductor, colocándose frente a mí y cubriéndome.
—Pero yo necesito... —intenta objetar Chantall, pero él presiona el botón. Las puertas se cierran antes de que ella pueda decir algo más.
"¡Dios, qué cerca estuve!" Siento cómo mi respiración se alivia poco a poco y mi corazón empieza a recobrar su ritmo.
"Diosito, te juro que te haré un altar. Uno grande, con velitas y todo."
Seguimos nuestro camino sin ninguna otra interferencia hasta la clínica.
Apenas cruzamos las puertas del hospital, un olor fuerte a desinfectante me invade. Es seco, penetrante, como si intentara borrar cualquier rastro de suciedad.
El aire está frío y cada rincón brilla con una pulcritud aséptica. Todo es blanco, uniforme.
Pasillos interminables, enfermeras caminando deprisa, voces bajas, puertas que se abren y se cierran con un clic seco.
Acompaño a la señora Romina hasta la