Mundo ficciónIniciar sesiónLas ocho de la noche encontraron a tres personas inmersas en un mar de papeles, pantallas de computadora y café frío.
La oficina de Diego parecía una escena de crimen financiero. Ricky había hackeado los registros corporativos —«No pregunten cómo, solo disfruten los resultados»— y ahora cientos de transacciones se desplegaban en tres monitores diferentes. Valentina rastreaba transferencias bancarias mientras Diego revisaba documentos legales del fideicomiso familiar.
El silencio solo se rompía por el tecleo, los suspiros de frustración y las ocasionales maldiciones de Diego.
—Aquí. —Ricky señaló su pantalla—. Transferencia de doscientos cincuenta millones de pesos. De una cuenta del Banco Santander a nom







