Zahar
Me puse delante del espejo colocando toda la ropa que había comprado para mi nuevo comienzo. Desde zapatos, vestidos y ropa ligera, había gastado el último ahorro para poder tener una buena fachada, y sobre todo siguiendo las etiquetas, que los libros que había leído, aconsejaban para esto.
Mañana sería mi primer día de trabajo, y no podía negar que estaba ansiosa. No constaba de disparos o esquivar los mismos, tampoco de seducir a un hombre, sino de atender bien a un viejo con programas de Excel o algún tipo de solicitud, y eso me tenía un poco nerviosa.
A las ocho de la noche ya estaba arropada hasta el cuello, mirando al techo, y a las cinco de la mañana estaba corriendo en la caminadora, y alzando algunas pesas como de costumbre.
Me di un baño y acomodé mi cabello en la parte baja de la nuca, y esta vez me puse unos pantalones anchos, y una blusa de seda.
Las gafas me hacían ver más ejecutiva, pero las tiré a la cama cuando me dolieron las orejas.
Me tomó media hora en llega