Zahar…
Londres me recibió con lluvia, una lluvia ligera. Me bajé del auto que me trajo al aeropuerto y reservé una habitación muy cerca del edificio de Víctor.
Por supuesto que no le avisé de mi llegada, incluso tampoco le había confirmado el correo, así que Víctor no sabía que había llegado, y que, mañana por la mañana, me presentaría en su oficina.
Esto no lo hacía porque no quisiera que él lo supiera antes, sino porque necesitaba que esta vez… mi llegada fuera solo mía, sin expectativas, sin comité de recepción y sin una habitación designada.
Solo… yo.
Me duché con calma, cuando entré en la habitación y dejé mi maleta en el perchero, para luego mirarme en el espejo.
Ahí estaba yo, y ya no podía ver a la mujer rota, ni a la fugitiva, ni la sombra de nadie.
Dormí un par de horas, me levanté muy temprano usando el gimnasio del hotel y cuando el sol apenas comenzaba a filtrar su tenue luz entre los edificios, decidí tomar un baño para alistarme.
Tomé una taza de café, me pinté los labi