Capítulo 6: La primera vez

Luego de comer unos deliciosos platos marinos a la luz del atardecer, con la brisa moviendo el cabello de mi bella novia, salimos del restaurante para seguir paseando por la ciudad.

Vemos que la gente camina de un lado para otro riendo, algunas parejas se toman fotografías felices, mientras que yo solo puedo abrazar a mi chica para decirle cuánto amo estar así con ella.

Lo que me sorprende de esta relación es que en verdad es sana, es la primera que tengo así y me gusta. No se trata de sexo ni nada superficial, en verdad me proyecto con ella en el futuro y siento que puedo formar una familia tan sólida como la que tienen mis padres, mis tíos y mi hermano.

Nunca creí que llegaría a pensar o a querer algo estable, pero ahora que lo tengo, en verdad lo aprecio mucho.

—¿Qué piensas tanto, mi amor? —la voz dulce de Melike me saca de mis pensamientos y le sonrío.

—Solo pensaba en lo afortunado que soy, eres la mujer más bella del mundo, inteligente… quiero estar contigo todo el tiempo.

—Y yo quiero estar contigo, Lorenzo —me dice ella con intensidad—. Por ti renunciaría a todo si dudarlo… y puedo ser que eso sea lo que estoy haciendo ahora mismo.

Me acaricia el rostro, pasa una mano por mi nuca y me obliga a bajar para besarla. En sus labios me pierdo de este mundo, como si no me bastara nada más para ser feliz que esta suavidad que llega a mi boca.

—Regresemos a la cabaña… quiero estar contigo.

—Pero si ya estás conmigo —le digo con la voz ronca, porque de pronto me ha despertado el deseo de hacerla mía.

—No… quiero ser tuya, Lorenzo… quiero entregarme a ti y dejar que seas el primero.

Nos miramos unos segundos, trato de sopesar sus palabras y me doy cuenta que ella quiere ir más allá.

Aunque ya antes habíamos hablado de lo que podía pasar, dijimos que esperaríamos un buen tiempo antes de llegar a la intimidad, especialmente porque ella quería estar segura. Pero ahora la veo tan decidida, en sus ojos no hay una pizca de duda, solo deseo y sinceridad.

Regresamos con dificultad a la cabaña, especialmente porque de vez en cuando nos detenemos para besarnos tratando de mantener la cordura en medio de toda la gente. En cuanto cerramos la puerta yo me lanzo a ella para besarla con deseo, mientras nos vamos desnudando hasta llegar a la cama, quito el edredón y la recuesto allí para verla, sin una pizca de vergüenza por su desnudez.

—¿Estás segura?

—Sí… quiero que seas el primero y desde hoy ya no existirán las otras mujeres con las que estuviste, solo yo…

Me recibe con los brazos abiertos, yo me cuelo entre sus piernas y siento cómo su centro está húmedo. Paso mi erección allí, ella se retuerce bajo mi cuerpo dándome la visión más erótica de mi vida.

Melike abre más las piernas, sé que quiere más contacto, pero no quiero que su primera vez sea dolorosa, por lo que una de mis manos baja para darle placer.

—No es suficiente… —gime con un puchero y yo le muerdo el labio inferior.

—Tranquila, solo te estoy ayudando a que no te duela.

—No me importa si duele, quiero que se me quede gravado en la piel el estar contigo.

La miro a los ojos, trago grueso y me posiciono en su entrada, ella asiente segura y yo me envaino de una sola vez, llevándome esa barrera por delante, un grito sale de su boca, un par de lágrimas y me quedo quieto para dejar que se acostumbre a mí, y también para acostumbrarme yo a su estrechez, porque está demasiado apretada.

—Maldición… duele —me dice con los ojos cerrados en un susurro—. Pero se siente tan bien.

Busca mi boca, nos encendemos un poco más y ella me invita a que me mueva. Comienzo a hacerlo lentamente, sus manos recorren mi cuerpo sin parar, mientras mi boca busca esa zona que la haga gemir.

Estamos tan excitados, inmersos en una ola de fuego puro, de deseo que ya no se puede contener. Es exigente, pide más y yo no soy quien para prohibírselo, porque si ella me pidiera que me arrancara el corazón para dejarlo como ofrenda frente a sus pies, lo haría.

Me muevo buscando hacerla sentir bien, pero quiero verla en acción así que me muevo para dejarla sobre mí y si creía que no sabría que hacer, me doy cuenta de mi error enseguida, porque aquellos movimientos en círculo me enloquecen de inmediato.

Comienza a moverse como si estuviera bailando para mí al tiempo que hacemos el amor, sus manos de mueven con gracia, su cuerpo se arquea y me lleva a límites que no conocía, sube y baja emitiendo gemidos desde de lo más profundo de su pecho y yo gruño de placer, esta mujer me enloquece.

Puede que yo sea su primera vez, pero ese baile ella lo conoce desde hace mucho y yo agradezco por eso, porque se ha convertido en la primera mujer que me provoca estas sensaciones.

—Lorenzo… duele… —me dice casi en un lamento, toma mis manos que reposan en sus muslos para llevar una a uno de sus senos, mientras que la otra la deja en su centro—. Quiero gritar —me dice desafiándome con la mirada—. Quiero que me toques justo allí mientras me muevo, por favor.

—Lo que quieras, mi vida…

Mi pulgar va a torturar su clítoris, mientras ella se sigue moviendo en esa danza erótica, trato de aguantarme para no acabar antes, ella juega con su cabello mientras se mueve más rápido buscando la liberación, hasta que llega, yo me levanto para buscar su boca y la embisto así, con un brazo rodeando su cintura y llegando profundo para hacerla enloquecer en lo que me vacío en su interior.

Vuelvo a girarme para dejarla bajo mi cuerpo y ella sonríe satisfecha cuando la lleno de besos agitados por la guerra que acabamos de librar. El clímax ha sido intenso, agotador, pero delicioso…

—¿Estás bien? —le pregunto dejando un beso en su frente al tiempo que me salgo de ella.

—Maravillosamente —me acaricia el rostro y se acurruca en mi pecho—. Eso has sido tan delicioso, especialmente porque me dejaste que yo sintiera como quisiera.

—Quise que lo gozaras de principio a fin, cariño —la abrazo mientras me recuesto a su lado y pasa una pierna sobre las mías.

—Y así fue, te lo puedo asegurar, lo mejor de todo es que duele… pero se siente tan bien.

—Te prometo que las siguientes veces no dolerá, solo será placer, mi hermosa Melike.

Nos cubro solo con la sábana, porque a esta hora hace mucho calor aún y el aire acondicionado no es suficiente. Nos dejamos llevar por el sueño que sentimos luego de tan brava batalla y por primera vez en mi vida siento que he hecho el amor.

A medianoche abro los ojos cuando siento su mano recorriendo mi cuerpo y detenerse en mi miembro dormido, se sube sobre mí cuando se da cuenta que estoy despierto, atrapo uno de sus senos con la boca y ella ahoga un grito por la sorpresa.

—Me atrapaste… —gime y yo muerdo con delicadeza su pezón.

—Esta vez no seré cuidadoso, si quieres que te haga el amor, te voy a mostrar todo lo que sé…

—Cuento con eso, hermoso.

Y allí inicia de nuevo esa danza que me enloquece, la misma que me saca varios gemidos, sonidos guturales que no sabía que podía emitir, como si fuera una bestia hechizada que se lamenta a la luna mientras esta mujer me enloquece con sus movimientos.

Llevo una mano a su nuca, enredo mis dedos en su cabello y la beso con poder, ese que obliga a nuestras lenguas a batirse en una lucha excitante, mientras yo trato de pelear con su baile para fundirme profundo en ella, alcanzando el final de su cuerpo y sintiendo que en cualquier momento me voy a correr gritando su nombre.

Para cuando terminamos estamos mojados por el sudor y sonrientes, salimos de la cama para ir a la ducha, Melike se hace un moño alto para no mojarse el cabello, dejamos que el agua fría nos refresque para poder conciliar el sueño luego de esto y la sensación de nuestras pieles a los toques de nuestras manos me hace suspirar.

—Estás relajado —sonríe ella y deja un beso en mi pecho.

—Como nunca pensé que lo estaría, este escape es realmente mágico.

—Sí… solo quisiera que pudiésemos estirarlo lo más posible —veo que una leve expresión de tristeza se refleja en sus ojos y frunzo el ceño.

—¿Pasa algo que no quieras contarme?

—No… es solo que no quiero volver a la ciudad, me gusta que estemos aquí, viviendo tranquilos este amor… quiero quedarme contigo para siempre, Lorenzo… porque te amo.

Esas palabras le salen casi con desesperación, es una confesión que me hace sentir mareado por el éxtasis que significa. Por primera vez una mujer me dice que me ama de una manera tan sincera y yo quiero lo mismo que ella, alargar este momento lo más que pueda.

—Vámonos a la casa de la playa de mi familia… dejemos todo atrás y quedémonos allí todo el verano.

—Quisiera tanto hacerlo, pero no puedo… la próxima semana tengo que ir a Estambul.

—¿Te irás? —le pregunto asustado, pero su sonrisa me calma un poco.

—Sólo por una semana… pero creo que después de ese viaje podremos irnos juntos a la playa y pasar el resto de nuestro verano allí.

—Entonces, te esperaré. Vamos a dejar que esto sea intenso mientras podamos hacerlo, porque luego tendremos que regresar a nuestras rutinas y ya no podremos estar así.

Ella asiente, salimos de la ducha y nos vamos a la cama, quitamos la sábana con aquella mancha y colocamos una limpia. Nos abrazamos fuerte y así nos quedamos dormidos, queriendo alargar lo más posible esos días hasta que mi Melike se tenga que ir.

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