Capítulo 31

Nadia apenas podía sostener la respiración en su boca. Ahora mismo necesitaba estar concentrada al cien por ciento, porque un hombre como el guarda que tenía en sus brazos, doblaba su fuerza. En el momento en que sintió que él se removió para zafarse, ella hizo fuerza a la navaja en su cuello, haciéndole un pequeño corte que vio horrorizada.

«¡Por Dios, Santo!», pensó suplicando al cielo que pudiera ser perdonada por ello.

—Espere —escuchó como el hombre suplicó—. Lo haré, ¿de acuerdo?

—Ha decidido correctamente… —después de hablar de esa forma grotesca, Nadia reprimió su boca sin poder creer aun lo que estaba haciendo. Y sin soltarle el cuello al hombre, vio como su ropa iba cayendo al piso poco a poco.

Justo cuando ya el hombre solo estaba en calzoncillos y en una franela blanca, ella so

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