—¡Llévense a los niños!—ordenó el alfa Egor, era el alfa de la manada rusa que conocí en el entierro de Ruth.
Lucy empezó a agitarse e intentar romper la soga con la que la tenían amarrada a la silla. Intentaba gritar, pero también le pusieron cinta en la boca al igual que a mí.
—Pero miren que tenemos aquí.
Me quedé impactada cuando la vi entrar a la habitación.
—Así es como debe estar alguien como tú— me dijo Elizabeth—. Amarrada como la perra que eres.
—Cállate Elizabeth —