—Vamos que tienes que comer algo.
—No quiero nada.
Jae se tapó totalmente el cuerpo con la manta y Evangeline volvió a jalarla.
—Vamos —Evangeline se sienta en la cama cerca de él—. Tienes que seguir, ya pasó una semana.
—Ahora mismo me quiero morir.
—No exageres.
—Vete —la miró con resentimiento—. Tú también eres una traidora.
Evangeline puso los ojos en blanco.
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