Déjame...

Y, aunque tenía miedo de ser rechazado y castigado, me atreví a confesar todo ese amor que he sentido por ti desde aquel momento que se implantó en el centro de mi pecho...

***

El sol golpeó mi rostro con brusquedad y fue el causante de que despertara de un segundo para el otro. Me sentía tan cansada, como si una enorme roca me hubiera aplastado durante toda la noche. Me estiré en la cama con una sonrisa en los labios y el corazón inexplicablemente emocionado. Di media vuelta al recordar que Mike se había quedado conmigo durante toda la noche, pero como cada año, su lado se encontraba frío y vacío. En la ropa de coma y en la almohada solo quedaba el leve rastro del aroma de su perfume, así que lo aspiré con suavidad, diciéndole por enésima vez a mi corazón que él es más de lo que podía desear.

Suspiré derrotada y me levanté de la cama a fuerza. Esos sentimientos que se apoderan de mi pecho cada año que estamos tan cerca y compartimos casi los alientos, volvían a quedar guardados en esa cajita que hace muchos años atrás creé para ellos. Tenía clarísimo que no estaba bien al sentir lo que siento por él; nosotros somos familia y él está próximo a casarse con una mujer que lo ama genuinamente, por lo que no debía y tampoco tenía que hacerme esas fantasías que me hacía de adolescente. A como diera lugar, debía sacarlo de mi corazón y de mi pensamiento.

Él supo construir su camino junto al amor de su vida, mientras que yo, seguí el mío como la cabeza mayor de Industrias Blaze y tratando de olvidar un pasado que se niega a liberarme. Mi vida es sistemática y aburrida, pero me siento bien con lo que tengo a mi alrededor; mis padres, mis hermanitos, mis tíos, mis primos y él... que, aunque sabía que nunca ocurriría nada entre los dos, ocupaba un espacio importante en mi corazón y en mi vida.

Dejé de pensar en él e hice mi rutina diaria de aseo. Después de una noche horrible y llena de amargura, el baño caliente me ayudó a estar nuevamente entera. Me puse un vestido rojo, ceñido a mi cuerpo y que hacía resaltar mis curvas más de lo que me gustaría, aun así, decidí dejármelo puesto porque fue un regalo que mi madre me dio el día de mi cumpleaños. Dejé mi cabello rubio suelto y en ondas. Me apliqué un poco de labial rojo en la boca y cubrí esas espantosas ojeras que me eran muy notorias. Tan pronto estuve lista, tomé mi bolso y salí de mi habitación, pero no contaba cn que me estrellaría de frente contra Mike. El café que sostenía en sus manos quedó estampado en mi pecho y parte de mi rostro. Por fortuna no estaba tan caliente, porque él sabía muy bien que el café caliente no era de mi gusto.

—Perdóname, no quise arruinar tu vestido — se disculpó, conteniendo una risita—. Lo siento, pero no esperaba que fueras a salir al mismo tiempo que yo entraría.

—No pasa nada — bufé, dejando caer el bolso al suelo—. ¿Qué haces aun aquí? Pensé que te habías ido.

—Traje desayuno y café — puso dos bolsas frente a mí y las sacudió—. Pero hice un desastre encima de ti.

—¿Por qué traerías desayuno? Digo, ¿no deberías estar en tu empresa?

—Debería, pero hoy quiero tomarme la mañana para estar contigo.

Lo miré por unos segundos con desconfianza. No era momento para que mi corazón se emocionara de más, como en los viejos tiempos cuando solo éramos los dos, pero se me hacía tan difícil controlar el latido furioso de aquel órgano implantado en mi pecho.

—Los beneficios de ser el jefe, ¿no? — me di la vuelta y regresé a mi habitación—. Pero yo sí tengo mucho trabajo que hacer hoy.

—Vamos, June, solo serán un par de horas — me siguió hasta el vestidor—. Hace mucho no pasamos un tiempo juntos.

—Eso es porque ya somos adultos, Mike. Tú tienes tu vida, tus responsabilidades, y yo también tengo mi trabajo — rebusqué entre el armario algún otro vestido.

—Es imposible hablar contigo.

—Soy responsable, es todo.

—Hazlo por mí, ¿sí? — puso sus manos sobre mis hombros y me tensé de inmediato—. Lo lamento, no era mi intención tocarte... yo.

—Estoy bien — respiré hondo varias veces—. Desayunemos juntos si es lo que quieres, pero no puedo pasar un par de horas contigo, tengo una reunión muy importarte que atender en una hora.

—Una hora es más que suficiente — me soltó lentamente, como si en el fondo no quisiera hacerlo—. Cámbiate, te esperare afuera.

Salió de la habitación sin permitir que le diera respuesta alguna. Cerré los ojos e hice los ejercicios de respiración que mi terapeuta me había enseñado años atrás, cuando esos ataques de pánico no me dejaban ni estar cerca de las personas. No era que el toque de Mike me desagradara o me acusara miedo; todo lo contrario, se sentía tan bien y tan cálido, que el miedo de seguir creando un mundo que no existía me hacía actuar de aquella manera distante y temerosa.

Me cambié de ropa lo más rápido que pude y salí a la sala de estar donde él se encontraba sentado en el taburete de la cocina mientras hablaba por su teléfono. Cerré mis oídos e hice caso omiso a lo que decía, pues muchas veces he tenido que soportar palabras de amor con él y su novia. Aunque sabía que no debía, el dolor en mi corazón era más fuerte que la razón.

«Debo madurar, no puedo seguir actuando como una niña», me dije a mí misma, tomando lugar a su lado y llenando mi boca con aquellos panecillos tan ricos y que sabía que eran mis favoritos.

¿Qué tipo de cariño me tendrá? ¿El de un hermano o el de algo más...? De pronto me vi preguntándome, conforme el dulce se deshacía en mi boca y me hacía volar a aquel mundo mágico y de chocolate que mi abuela y mi madre crearon para mí desde que tengo uso de razón.

—¡June, pequeña glotona! — su voz y su risa me sacaron de mis pensamientos—. ¿Pensabas comerte todos los panecillos tú sola?

—Es tu culpa que, en lugar de comer, te pongas a hablar con tu novia.

—Estaba en una llamada con mi asistente — asentí con la cabeza, rellenando mi boca con más dulce—. Te los comiste todos. Déjame un poco de ese.

—No...

Intentó quitarme el panecillo de la mano, pero alcancé a estirar el brazo para el otro lado. Me burlé en su cara mientras tragaba el resto de comida y lo desafiaba con la mirada.

—Entonces, ¿es así cómo vas a jugar?

Me atrapó entre sus brazos y me dio la vuelta quedando mi rostro frete a suyo. Contuve la respiración por lo cerca que estábamos. Quizás él no se daba cuenta en la posición que estaba, pero yo sí y mi corazón parecía estar en medio de una loca carrera de caballos.

—Tienes un poco de chocolate en la mejilla y en la boca — descendió su mirada a mis labios y luego a mis ojos con extrema lentitud.

—¿A dónde? — me limpié la boca con la mano sin apartar mi mirada de la suya—. ¿Ya?

—No, déjame ayudarte...

Con suavidad y ternura, presionó sus dedos en mi mejilla, deslizándolos por mi piel hasta llegar a mis labios. Cerré los ojos ante la caricia y exhalé profundamente, experimentando un temblor y una calidez muy distinta esparcirse por toda mi piel. Mi corazón retumbaba en mis oídos mientras su respiración se volvía más pesada.

—Mírame — pidió en un susurro—. Mírame por un segundo.

Hice lo que me pidió en automático. Al abrir los ojos, una sonrisa encantadora se expandió en sus labios. Me percaté que nos encontrábamos demasiado cerca y que incluso había abierto las piernas y él se encontraba encajado entre ellas. Su tibio aliento me hacía cosquillas y calentaba mi piel.

—¿Qué pasa?

—Tienes unos ojos muy bonitos — tragó saliva, ahora acariciando mis labios con su dedo pulgar—. Y unos labios muy suaves.

—Mike... — bajé la cabeza, pero él la volvió a levantar con su mano—. ¿Q-qué crees que estás haciendo?

—Solo te contemplo — murmuró—. Déjame ver lo hermosa que eres. Déjame hacerlo... 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo