Luego que las azafatas sirvieron el desayuno, fui al ataque. Marcial estaba a mi lado, el vuelo duraría mucho, estábamos solos, a mi merced, y no podía desaprovechar la oportunidad de acapararlo y quizás, si me atrevía, decirle que lo amaba mucho. Lo miré largo rato. Él se dio cuenta.
 -Algo te incomoda-, suspiró él mirando a mis ojos. Uffff, qué lindo miraba ese hombre, era hipnótico, encantador, mágico, como en los cuentos de hadas. Me eclipsó.
 -Magdalena Blokhin ama a Stefan-, fui de frente, con el estoque apuntándole al corazón. Tenía que desengañarme. No podía seguir sufriendo por él.
 -¿Ella te lo dijo? Si, pues, piensa casarse en octubre o noviembre-, estaba él demasiado tranquilo, sereno, impasible. Cual torero había evitado mi embestida.
 -¿Eso te duele?-, junté los dientes.
 -Sí, porque siempre estuve enamorado de esa mujer-, siguió él suspirando.
 Empecé a atar cabos. -¿Cuándo supiste que se va a casar?-, lo medí igual como hago con mis rivales en la cancha.
 -Ese sábado