Me había comprado una faldita atigrada para jugar. Lo combiné con un top rosado nada chillón con el avisaje de publicidad que me pagaba y me había conseguido Marcial. Me puse muñequeras y mi gorra con la marca de la bebida energética que me auspiciaba también. Mis zapatillas no eran de marca. Me dio risa.
-Les confieso que todo mi uniforme es de marca pero mis zapatillas son falsas-, me dije pensándome sola en los vestidores amarrándome los pasadores.
-Las zapatillas son importantes. Trata de conseguirte unas que sean fuertes, cómodas, que agarren bien el piso-, me dijo alguien.
Me alcé sorprendida. Era Magdalena Blokhin. Se dirigía a entrenar.
-No creo que sea necesario-, intenté ser desprendida.
-Yo sé lo que te digo-, me dijo y se fue.
Mazzola ya hacía calistenia y me ignoraba por completo. No me miraba ni cuando me tiraba la pelotas, entrenando. Yo intentaba ver su revés. En efecto era zurda, remataba bien con esa mano y era fuerte, ágil y espigada.
-Aprovecha todas la