Capítulo 3

LILIBETH

Aparco en mi lugar de siempre agradecida de no haberme encontrado a Aiden, tuve que salir casi corriendo de mi casa para venir a la escuela, lo cierto es que estos últimos días mi vida ha estado de cabeza, me siento como en un cuento rodeada de villanos, de personas que creía conocer pero que me han mostrado una cara distinta. Respiro hondo, tomo mis cosas alisando mi falda, acomodo mis bucaneras y bajo del auto con rapidez.

Mientras camino me doy cuenta de que todos actúan extraño, algunos me miran con disimulo y reviso mi atuendo con discreción para saber si algo anda mal y no me percate, sin embargo todo está en perfecto estado, otros más evitan mirarme y se apartan de mi camino como si fuera la peste negra.

Al entrar me sucede lo mismo, soy consciente de que puede ser el resultado al enterarse de mi ruptura con Xander y luego el beso con Jonathan en las redes sociales, así que con esa idea llego hasta mi casillero.

—Dicen que nadie la puede tocar —susurra alguien a mis espaldas.

De soslayo me doy cuenta de que se trata de una nerd hablando con su mejor amiga, los susurros son tan notorios que cierro con fuerza mi casillero y tomo mis cosas con rabia, nadie se atreve a mirarme más de dos segundos y eso me va bien, de pronto estoy tan enfadada que me dirijo al salón de clases, al entrar, el resultado es tan exasperante que me voy hasta el último asiento hasta que un chico tímido me lo gana.

—Disculpa, este asiento es mío —pongo la manos en jarras.

No me responde.

—¿Eres sordo? —inquiero.

—Este… este… —tartamudea sin levantar la mirada como el resto—. Es mi lugar, lo… siento…

Giro y todos apartan las miradas.

«Qué m****a le sucede a todo el mundo ahora, solo fue un maldito beso»

Pero claro, Xander me pone los cuernos con Silver, la p**a favorita de Aiden, y ni siquiera alguien fue capaz de decirme o darme una p**a pista, la campana suena, todos van a sus asientos dejando solo dos libres, en medio de todos, falta un alumno, por lo que agarrando con rabia y fuerza la correa de mi bolso, tomo asiento en uno de ellos, enseguida entra el profesor de literatura, cierra la puerta dejándome tranquila de que ya no entre nadie más.

—Buenos días —saluda el hombre de cuarenta años—. Repasemos la lección pasada, página número cinco.

Poco a poco relajo mi cuerpo y me adentro tanto en la clase, que me olvido por completo de todo hasta que la puerta se abre abruptamente, la sangre se me va del cuerpo al ver a Aiden entrando, el profesor lo ve pero no dice nada, sigue con lo suyo, me lanza una mirada que evito al instante en el que se sienta a mi lado. Me siento traicionada por el mundo.

Aún me cuesta trabajo entender que mis padres quieran vender la casa y que no los voy a ver hasta las navidades posiblemente, eso si no se les ocurre algún viaje, debería estar contenta por la libertad, pero no lo estoy, no sabiendo que no están de acuerdo con que me quede en alguna residencia en la Universidad, están aferrados a que viva con los King, que incluso se tomaron la molestia de hablarlo con los padres de Aiden.

La tensión se respira en el aire, intento poner atención a lo que sale de la boca del profesor, sin embargo, me es difícil sabiendo que la mirada penetrante de Aiden se encuentra sobre mí, cada minuto que pasa se vuelve una verdadera tortura, así que cuando suena la campana recojo mis cosas antes de que quiera detenerme, y lo hace, me toma del brazo justo cuando estoy saliendo.

—No puedes evitarme toda la vida —espeta con brusquedad.

—Déjame en paz —me suelto de su agarre y la gente comienza a vernos.

—No hagas dramas, ya te expliqué las cosas —continúa caminando detrás de mí.

No le respondo.

—Lilibeth —vuelve a tomarme de la mano.

Giro y le lanzo una mirada desafiante.

—Estoy enfadada con todos, me engañaron, Xander lo hizo —me suelto de su agarre posesivo—. Pero lo que me duele es el hecho de que mi mejor amigo lo hiciera, ¿es que no lo entiendes? Ya no confío en ti.

Giro sobre mis talones y me dirijo a la siguiente clase, gimnasia, no me agrada la idea pero Elsa me hace las cosas más fáciles pese a saber que también me ha engañado. Juntas entramos a los vestidores y mientras lo hacemos, le pregunto.

—¿Por qué todos actúan extraño?

Elsa se abrocha las agujetas y suelta un suspiro.

—Aiden —responde.

«Lo sabía»

—¿Les prohibió mirarme o hablarme? ¿Tanto poder tiene? —me cruzo de brazos.

Las demás se van alejando para ir al estadio y Elsa voltea a todos lados como buscando que nadie la escuchara.

—Aiden tiene oídos y ojos por todas partes, escucha, esto lo sabes pero tal vez necesitas que te lo recuerde —dice—. Aiden y Xander son los primos más populares y deseados de todo el pueblo y la escuela, por ende todos quieren ser sus amigos, así que cualquier cosa que les ayude a lograr acercarse a él, lo harán, sin contar que como bien sabes, su tío, el padre de Xander es el director de la Universidad, y aunque casi nunca esté y en su lugar deje a un sustituto, ambos tienen poder.

Frunzo el ceño.

—Eso lo sé, pero sé que hay algo más, algo que siguen sin decirme, es como si de verdad le temieran por otra cosa…

—Juro que es todo lo que sé, el punto es que Aiden les ha pedido que no te miren, hablen, toquen o siquiera respiren en tu dirección. No es el beso de Jonatan Bairon, o la infidelidad a voces de Xander, es que simplemente eres intocable para el mundo entero.

—Que loco.

—Él lo está.

—¿Qué?

—Nada, andando.

Decido ya no seguir cuestionando lo que no me dirán, por lo que comenzamos la clase de voleibol, Elsa y yo estamos en el mismo equipo, el juego comienza y todo va bien hasta que la profesora hace cambios de algunos miembros oara equilibrar los equipos,

—Eres una zorra —me dice con voz apenas audible, Silver.

Pasa por mi lado dándome un codazo y eso es lo que desata que la rabia contenida se abra paso aplastando el racionalismo y lo que se siente como correcto.

—¿Qué dijiste? —me volteo y alcanzo a darle un empujón.

—Lo que oíste —me enfrenta—. No te quiero cerca de Aiden, es mío.

—Tú no me prohíbes nada —apunto—. Porque antes de que lo conocieras era mi amigo, y si tienes tantas ganas de marcarlo como tuyo, ¿no es mejor que lo orines? Es más fácil.

—Hija de… —me empuja.

No le devuelvo la acción porque sé que es lo que espera, no, cierro el puño y le doy en el rostro, tal y como le enseñó Xander. La nariz le sangra al instante, se abalanza contra mí arañando mi cuello, disparando que todas griten y enseguida nos separen, el silbato de la profesora es lo último que escucho antes de ver la enorme mancha roja que adorna la blusa de su uniforme.

—¡Señorita Silver Smith! —grita la profesora—. A la oficina del director, ahora, no voy a dejar pasar este comportamiento en mi clase.

—¡Pero y ella qué! —chilla con ojos llenos de odio.

La profesora la ignora.

—¡A la oficina, ahora!

—¡Oh, claro, se me olvidaba que eres la intocable! —ironiza con odio Silver.

Gira sobre sus talones y se marcha hecha una furia.

—¡Las demás, a sus lugares, sigamos con el juego! —la profesora sopla el silbato.

Llena de rabia sigo en la clase hasta que termina, Elsa y yo vamos a las duchas, para cuando terminamos ya se está mensajeando con su madre.

—Creo que no voy a poder acompañarte a casa hoy, mi madre tiene cita con el doctor y está aferrada a no llamar a nuestro médico de cabecera —me explica y me resigno.

—Vale, vale.

—Te lo compensaré —me asegura.

La última clase tampoco vi a Aide, por lo aue rápido supuse que se había marchado antes, pero al comenzar a caminar hacia el aparcamiento, veo como este se sube con prisa a su auto y arranca rechinando las llantas. Me quita un peso de encima al saber que ya no está por los alrededores cazando a su presa. Estoy a punto de subirme a mi auto, cuando diviso a Xander hablando con una porrista, tiene el ceño ligeramente fruncido, lo que me indica aue busca una forma de deshacerse de ella, que parece no dejar de parlotear.

Opción que pienso brindarle, camino hacia ellos y la chica enmudece al verme.

—¿Podemos hablar? —le pregunto y en menos de un segundo asiente.

A la chica no le queda más opción que marcharse.

—Joder, gracias, Lilith… sé que me comporté como un imbécil, escucha…

—Quiero tu ayuda, me lo debes —lo interrumpo.

—¿De qué clase de ayuda hablas? —su expresión cambia fugazmente.

—Quiero que me digas porque le temen realmente a Aiden, quiero que me cuentes algún secreto que tenga y que me sirva para patearle las bolas.

Puedo ver como Xander tensa el cuerpo.

—No creo que sea buena idea.

—¿Por qué?

—A veces es mejor vivir en la ignorancia, te recomiendo que olvides todo, me perdones y sigamos siendo amigos —propone.

—No.

Su mirada se torna intensa, se pasa los dedos por la barbilla y al final termina soltando un suspiro exasperante.

—Bien, pero yo manejo —me pide las llaves y se las doy.

—¿A dónde me llevarás? —pregunto subiendo a mi auto.

Xander entra y enciende el motor.

—Adonde está ahora mismo, creo que ya es momento de que rompas la burbuja del cuento de hadas y conozcas la realidad.

—Pero…

Xander voltea a verme.

—Vamos es momento de que veas con tus propios ojos al verdadero Aiden King.

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