El Gran Concilio de Reinos
La transformación de Veridia, impulsada por el legado de Eldoria, no pasó desapercibida en los reinos vecinos. La prosperidad del reino, la sabiduría de su Reina, la armonía de su sociedad, todo era un testimonio del nuevo orden que Kaida había establecido. Los embajadores de otros reinos, antes escépticos de su reinado y de su harén inverso, comenzaron a llegar a la capital, sus rostros llenos de asombro y de admiración.
En la sala del trono, Kaida recibió a los embajadores. Conan, Orlo y Gonzalo, sus consortes, la acompañaban, su presencia un reflejo de la unidad del reino. El códice de Eldoria y el Espejo de las Visiones, símbolos de su sabiduría, reposaban en un pedestal.
—Mi Reina, los reinos vecinos están impresionados —dijo Orlo, su voz grave—. Quieren aprender de su gobierno. Quieren establecer alianzas. Pero aún hay dudas. Duras preguntas sobre la legitimidad de su trono y sobre la naturaleza de su unión.
Kaida sonrió. —Entonces, les daremos lo que