Profecía.

El reino de Crisantemo siempre fue un reino de paz, una gente de paz liderados por un rey de paz. La pirámide estaba equilibrada con Galeck a la cabeza y eso era porque nada se le pasaba, ni el más mínimo detalle le daba tiempo de convirtiéndose en una amenaza.

Con la extraña chica alojada en su recamara y la modista confeccionando su ropa, el rey se quedó pensativo. Había visto su rostro en alguna parte. Sin abrir la boca y con un gesto llamó a uno de sus más confiables soldados.

—Averigüen a la chica. Busquen en todos lados, revisen cada casa, cada rincón y cada libro, pregunten a cada habitante. Quiero saber de ella.

Sus fieles acataron la orden sin reproche. Algo en la cabeza del rey le gritaba que la llegada de la forastera le traería problemas.

El resto del día, Jenna aun intentaba mentalizarse sobre lo ocurrido, si era real o un simple sueño; la razón la obligo a inclinarse más por la segunda opción pero su cordura por la primera.

«Que extraño sueño.» se decía a sí misma « ¿Será por muchas películas? »

Mientras, una chica morena con traje de sirvienta igual a la de su nueva amiga, la esperaba detrás de la puerta.

— ¿Señorita?

—Siñiriti. —repitió como si su nariz estuviera tapada. Estaba harta e intentó ocultarlo abriendo la puerta con una sonrisa.

—El rey la espera para cenar. —Tragó con fuerza, estaba impresionada porque el rey la solicitara.

Estaba consciente que en su mundo los hombre la veían como mujer y razones sobraban, aun siendo menor de edad los labios rojos y ojos marrones activaban el morbo, siempre llamaba la atención y el hecho de que una chiquilla de dieciséis años este debajo, arriba, abierta o de rodilla frente a un hombre que le triplique la edad es una fantasía demasiado inmoral que muchos deseaban hacer realidad.

La mirada que le lanzaba Galeck cuando la conoció, le dio las respuestas que la ayudarían a escapar; alistaba su mente y echaba la moralidad a la borda decidida a lo que iba a hacer.

Siguió a la mucama hasta el amplio comedor, un revoltijo vago le debilitan los pensamientos. Estaba nerviosa por tener una cena con el hombre que con un solo gesto podía degollarla; Jenna jamás llegó a conocer un hombre con ese porte de madures y atractivo, solo en las películas se veían cuarentones así.

En su cabeza no dejaba de escuchar la vocecita que decía algo no andaba bien, que no tenía que irse de confiada y bajar la guardia. Al pan pan y al vino vino, por eso haría lo que haría.

Y es que, seducir a un rey solo podría acarrear dos cosas: un pase directo a las mazmorras del castillo o, probar el sabor de la experiencia, sentir el aire poderoso y dominante digno de un soberano que muy bien se puede manipular a convención, de todas, había ya aprendido a usar su belleza para su beneficio observando a su amiga de cabello oscuro y mirada celeste.

«Al fin algo producto de crecer junto a Nova Thompson »

El rey la esperaba con ansias, tanto que bajó la copa y la recibió con una sonrisa. Jenna observó el banquete pensando que hasta un batallón podría sentarse plácidamente a comer por la cantidad tan monstruosa que allí había. Se sentó a su lado y de inmediato situaron ante ella la cena. La imagen de Lumière la hace reprimir una risa.

No tardó en fisgonear su comida; sabía que se encontraría con platillos exóticos pero ni ella podía darse una idea de lo que tenía enfrente. Parecía sopa, pero no estaba segura, había grumos, era gelatinoso y tenía pétalos.

—Señor…

—Su majestad. —la corrige con elegancia.

—Su majestad. —Repitió, evitando hacer un gesto grosero—. ¿Cómo es que llegue hasta aquí?

—Mis hombres te encontraron desmayada a la orilla del rio.

—¿Sola?

—¿Venias con alguien más?

—No.

El rey sonrió.

—Sí, te encontramos sola. —cerró los ojos para meterse un bocado a la boca—. Tengo entendido que nadie en el pueblo te había visto antes. Dime ¿Cómo llegaste hasta mis tierras, linda?

Tardó varios segundos en pensar que decir. Su último recuerdo había sido con su hermana y luego ella corriendo por el jardín.

—No lo tengo del todo claro pero… —se detuvo.

Escuchó a la razón y usó el sentido común. «Realmente no lo conozco, y todos los protagonistas que llegan hasta este punto siempre terminan mal al confesar que son de otro mundo» analizó, recordando sus tan amadas series.

Era mal momento pero su ego se engrandecía al saber que todos sus trasnochos rendían frutos.

—… Un chico me perseguía. —despertó su curiosidad—, corría por el bosque hasta que me perdí.

—Si me das una descripción…

—Está bien, no creo volverlo a ver si estoy bajo su cuidado, su majestad.

—¿Y de dónde vienes?

—De lo suficientemente lejos para no recordarlo. Simplemente perdí la noción del tiempo y siendo sincera no creo que mi desaparición le interese a alguien. —fingió tristeza, mientras se inventaba toda una línea de patrañas.

El rey se conmovió. Por dentro aun le hervía la sangre por el hombre que la asechaba quien sabe con qué intenciones. Las cosas más bella siempre estaban en su reino, por eso Crisantemo era tan codiciado y famoso, Galeck siempre se encargaba tener las mejores reliquias a su mano y la chiquilla no sería la excepción.

—No hagas esa cara, lindura. No mandé a llamar a los mejores médicos para que ahora tu carita se viera fea con una mueca de triste.

—Mi cara es fea, en mi reino no soy nadie. No soy inteligente, no soy bonita ni talentosa. Hui por eso, por ser un estorbo. —sollozó.

—Aquí no serias un estorbo.

—¿Ah, no?

El cuerpo de Jenna se calentó al sentir la mano en su brazo, la boca le salivaba y aunque no lo quisiera admitir, abajo el manantial comenzaba a fluir con el acercamiento de sus labios que mandó una corriente eléctrica a su epicentro. Ni ella misma se explicaba lo que estaba pasando.

—Quiero dulce.

—Aquí tenemos de todo, tu pide y mis sirvientes…

—Quiero más.

—Si lo dice con palabras te lo puedo dar, te puedo dar todo lo que desees.

—Lo quiero a usted, su majestad.

—¿Cómo? —tentó.

—¿Cómo me quiere usted a mí?

Galeck sonrió ampliamente.

—De rodillas ante tu rey, como debe ser.

Todo estaba yendo mucho más deprisa de lo que esperaba. No sabía si aquello la complacía o hubiera preferido que él se resistiera un poco a sus encantos. El objetivo de Jenna era claro, y lo había logra de una forma u otra, lo que no esperaba era las ansias de obedecerlo, el hecho de que la orden no le repugnara le causara intriga. El plan estaba yendo más lejos de lo que esperaba y eso no era bueno.

—Un lugar más privado, por favor. —suplicó, volvió a acercar los labios a los del rey.

—Aquí todo es privado.

—Lo guardias.

—Su confidencialidad es esencial para vivir.

—No. —recorrió con su mano por el torso de la seda, por debajo de la ropa se presentía un buen cuerpo, digno de alguien que se cree hijo de Dios—. Cuantos, ¿cuantos hay en el castillo? Quiero saber en dónde me estoy metiendo.

—En donde una joven como tu debe de estar. Estas metida en el mejor territorio, con el más grande, duro y poderoso monarca de los reinos. 600 dentro del castillo y otros 800 fuera de él.

—Tanta seguridad implica posibles entradas a los abotinados.

—Solo hay una puerta, la de entrada, y nadie con cerebro quisiera ingresar a las malas y mucho menos irse después de experimentar lo bien que se lo pasa. ¿Tú quisieras irte?

—Ahora mismo, tengo muchas ganas de quedarme. —ronroneó, mordiéndose el labio para que la atención del hombre recayera en ellos—. Pero si a usted le molesta podría seguir mi camino.

—Hospedarla no me mortifica, que se fuera sin despedirse como es debido es otro tema.

—Los guardias no me dejaran salir sin previo aviso.

—Correcto.

—Ya que están por todos lados bien armados. —las caricias fueron descendiendo lentamente.

El rey no soportaba la tensión, los juego previos son una pérdida de tiempo para alguien de su rango y el hecho de que una chiquilla jugara con él y lo tentara lo estaba desesperando.

—Así es.

—Cada uno en cada rincón, me imagino. —mandó la mano de su abdomen a su entrepierna, haciéndola consciente del poderío que se cargaba y que ella misma despertó.

—En mis aposentos no.

Lo miró a los ojos y un relámpago golpeó a Galeck cuando el azul resaltó sobre el marrón.

—¿Y qué esperamos?

—¡Señor! —un soldado entró a la sala haciendo que ambos se separaran—. Los Flemánticos empezaron una nueva disputa y…

Su sola mención hizo que se levantara y tirará casi todo lo que había en la mesa con la orden de mandar soldados para evitar la guerra. Los intentos de Galeck por descubrir algo más de la recién llegada fueron frustrados por los deberes reales, Jenna había conseguido más información de la que esperaba sin llegar a acostarse con Galeck.

Dos días pasaron, y con el rey encerrado en la biblioteca, Jenna explorando los rincones del palacio y Dorianna terminando el tercer traje de la chica tras un largo proceso de cálculos, diseños y discusiones sobre la moral y costumbre, nadie prestó atención cuando el heredero de Crisantemo regresó de su encrucijada.

El hijo del rey había llegado de su visita con los reinos vecinos. Los habitantes, tras la guerra de Condolencias hace ya varias décadas, decidieron firmar un tratado donde acabalarían con la discordia, pero en consecuencia, dividieron al reino: Flemánticos y Afables, dos mundos muy distintos unidos por un amor que los condenó, el pueblo estuvo de acuerdo en cortar toda relación con la otra mitad.

Ahí es donde entra la diplomacia. Aprovechando la delicada situación, el rey Galeck, decidió enviar a su primogénito como embajador de la paz con los que él pensaba que era la mitad más fuerte, los Flemáticos. A su vez, como la otra cara de la moneda, tener relaciones en secreto con los Afables haciendo pensar a ambas partes que los apoyarían sobre su rivalidad a cambio de recursos.

Nadie dijo que la política y la amabilidad eran fáciles de sobrellevar.

El heredero entró al salón en presencia de su padre y los soldados y observó el desastre de libros por todas partes. Parecía que un huracán había pasado por allí.

—Padre.

—Lyssandro. —hizo un esfuerzo por no gruñir su nombre.

El rey si estaba contento por la llegada de su hijo, por saber cómo le había ido y que le describiera la cara que pusieron los ignorantes de los Afables cuando les propuso la alianza. Pero su desespero iban mucho más allá que un amor paternal, la mirada bicolor no se le iba de la cabeza, él sabía que la había visto, tal vez en una pintura pero no se quería quedar con la duda.

Detrás de él lo acompañaba el erudito de la familia, un anciano mano derecha e inmortal que le ha servido a la familia real durante siglos. El anciano aguardó todos estos años para confesarle con gozo que las fábulas infantiles que los abuelos le narraban a sus nietos no solo eran cuentos para dormir.

—Mi rey. —el profeta lo miraba con una mueca cizañera—, en toda leyenda hay una verdad.

— ¿De qué habla el viejo? —pregunta el príncipe.

—Respeta. —lo reprende golpeándolo en la nuca—. Continué, anciano.

—La última bicolor. —fue lo que dijo—. ¿Se acuerda de la historia, majestad?

El rey negó, no estaba para pensar en cuentos absurdos que para nada tenían que ver con la situación. Pero su vivaz hijo levantó la mano entusiasmado ya que era la historia favorita de su madre. El padre se llevó la mano a los ojos avergonzado y el anciano, con diversión, le dio el ademán de contar la historia.

El príncipe se preparó:

«En un tiempo indeciso y perdido, en las afueras de un jardín las ninfas una canción tocaron.

La ventana se abrió y una flor apareció; un gato la sembró, y a la ruina a Crisantemo condenó.

Con su belleza a muchos de rodilla pondrá, y pétalos de rosas por Crisantemo flotaran.

Se esconde en el oscuro bosque que muy pronto te voy a contar.

Uno frio y maravilloso, donde criaturas hermosas en tus pesadillas estarán.

¡Cuidado! Flor bicolor. Pero las advertencias no acató y mucho peligro halló.

El kounéli la cuidó.

La Sarrácia la acechó.

Y con ayuda de un traidor su destino halló.

Cuidado con lo que te digo; porque no son pétalos de rosas lo que por Crisantemo correrá.

La corona en sangre se bañará y la historia que te cuento solo en tus sueños quedará.»

La habitación se sumió en un silencio abrumador; el príncipe al darse cuenta del significado del verso miró con horror a su padre.

La ignorancia de los antepasados, transformaron una predicción de muerte en un cuento para dormir. Aquel relato no solo era un pensamiento de alguien con insomnio, sino una profecía de advertencia a las futuras generaciones de los Rowling.

—Vayan por ella. ¡AHORA!

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