“Rafael”
La miré sobre mi escritorio de trabajo, y la imagen era aún más linda en persona de lo que me había imaginado. Esa mujer no tenía idea del poder que ejercía sobre mí. Vi el momento exacto en que soltó su indecisión para agarrarme, y eso era justo lo que yo quería: que se decidiera a tomarme de una buena vez. Volví a besarla, desesperado por cada centímetro de ella, por cada suspiro y gemido, loco por ver esos ojos rasgados en blanco por el placer.
—Mi loquita hermosa, voy a besarte todita. —Empecé por su cara, su oreja, su cuello y pasé bastante tiempo en sus pechos, besándolos, chupándolos, lamiéndolos y apretándolos entre mis dedos. ¡Ay, eran deliciosos!
Seguí besando todo su cuerpo, bajando por su vientre, el costado de su cadera, su muslo, hasta la punta de su pie, que apoyé en mi pecho. Tenía pies hermosos, delicados, con las uñas pintadas de blanco. Pasé la mano por él y tomé el otro, dándole la misma atención, hasta que subí con besos por su otra pierna y me perdí en