"Melissa"
No sabía cuál de los dos estaba más ilusionado pensando que me engañaba, si Fernando o Enzo, porque obviamente que Fernando viniera a buscarme al trabajo ayer e insistiera en dejarme en mi oficina hoy tenía más que ver con celos que con nostalgia. Ay, estos dos me estaban dando lo que yo quería y ni siquiera tuve que pedirlo, ¡qué buena era la vida!
—¡Hola, muñeca! —Enzo apareció todo presumido en mi oficina—. Me encontré con Nando.
—Sí, él vino a traerme, ya que ayer apareció por aquí para buscarme y mi carro se quedó en la empresa. —Puse la mano bajo la barbilla y observé a ese listillo.
—Mira, el gran Nando, despertando a la realidad. —Enzo pasó la punta del dedo sobre mi escritorio.
—¿Qué quieres, Enzo? —Sabía que quería algo, siempre quería algo.
—Sabes qué, Mel, escuché que tienes un gusto muy peculiar para prendas así, digamos, menores. —Habló sin mirarme directamente.
—¿Prendas menores? —Sabía lo que quería, pero si podía divertirme, ¿por qué no?— Explícate mej