"Patricio"
¡Qué bueno era este sentimiento que Lisandra me despertaba! Y era maravilloso dejar de remar contra la corriente, aceptar que la amaba y poder decírselo. Nunca había experimentado nada así antes, ningún sentimiento tan fuerte, tan definitivo, que nada podría cambiar. Y ella ya había dejado claro hace mucho tiempo lo que sentía por mí, era correspondido con la misma intensidad y ella nunca tuvo miedo de decir que me amaba.
¡Amor! Ahora decía que la amaba con tanta seguridad, porque sabía que no eran palabras dichas al azar o dichas en el calor de una emoción y ni siquiera en el auge de la pasión fugaz y pasajera. Era amor, ese que viene, llega sin avisar, asusta mucho por su tamaño, pero no se va nunca más.
Jalé a Lisandra de vuelta adentro del cuarto y solo me alejé de ella por un breve momento, solo para cerrar la puerta y las cortinas. Después la llevé al sillón y me senté ahí con ella.
—¡Para ti! —Acerqué la caja de regalo hacia ella—. Pensándolo mejor, ¡es para nosot