Salimos de la tienda y los muchachos nos llevaron al restaurante que estaba en el tercer piso. Realmente era muy bueno y agradable.
— ¡Wow, chicos, ni siquiera sé cómo agradecerles! Solo con lo que compraron ya cumplí mi meta del mes. ¡Gracias!
— No agradezcas, Sam. Los vestidos son maravillosos y nos encantaron —Melissa le aseguró.
— En realidad, Sam, somos nosotros quienes debemos agradecerte por dejar a nuestras mujeres tan deslumbrantes —Patricio sonrió mirando a Virginia.
— Sam, ¿te gusta el trabajo en la tienda? —preguntó Alessandro.
— Me gusta, pero no es lo que quiero hacer para siempre. Es agotador, no todas las clientas son increíbles como las chicas, y el horario y tener que trabajar fines de semana y días festivos tampoco es lo mejor del mundo —respondió Samantha.
— ¿No te gustaría venir a trabajar conmigo? —dijo Alessandro y todas lo miramos sorprendidas. Sería maravilloso para Sam trabajar en el Grupo Mellendez.
— Alessandro, gracias, sé que me estás ofreciendo un