No tardó mucho para que Lygia entrara llevando a Pedro de la manita. Cuando vio a Alessandro se soltó y salió corriendo.
— ¡Alessandoooo! —Pedro estiró sus bracitos y Alessandro se agachó para tomarlo en brazos.
— Pedro. Mi niño. —Alessandro estaba llorando, cubierto por la emoción de tener a su hijo en brazos. Miré alrededor y todos estaban llorando, incluso yo.
— Alessando, te extrañé. Ya no fuiste a jugá conmigo. —Pedro se quejó.
— Oh, mi muchacho, yo también te extraño muchísimo. —Alessandro dijo mientras se abrazaban fuertemente.
— Hola, mami. —Pedro dijo volteando hacia mí—. El tío Paticio mandó a bucarnos.
— Así es. ¿Y no vas a saludar a los demás? —Le dije.
— Ay, mami, ¡extraño muuucho a Alessando! —Dijo apoyando su cabecita en el hombro de Alessandro que no paraba de llorar—. ¡Hola a todos! —Pedro dio un saludito con la mano y miró alrededor saludando a todos de una vez—. ¿Por qué estás llorando, Alessando?
— Porque estoy muy feliz de verte. —Alessandro apenas podía ha