Escuché a mi jefe llamarme y me giré pensando que iba a asignarme más trabajo.
—¿Sí, Sr. Melléndez?
—Cierra la puerta, por favor, y ven aquí.
Cerré la puerta, volví y me coloqué frente a él que estaba sentado en ese mismo sofá que me recordaba cosas insanas.
Alessandro tenía una postura algo desolada, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza baja. Tuve ganas de pasar las manos por su cabello y decirle que todo estaría bien, pero no lo hice.
Todas las veces que él me tocaba me sacaba completamente de la razón. El simple roce de él, por más superficial que fuera, hacía que mi piel ardiera y mi cuerpo implorara por él. Era inexplicable lo que este hombre me provocaba.
Se irguió frente a mí y me jaló por la cintura hacia su abrazo. Era tranquilo, gentil y afectuoso. Era diferente a todas las interacciones que habíamos tenido hasta ahora, pero al mismo tiempo era una sensación familiar que calentó mi corazón.
Sentí que depositó un beso cálido en mi hombro derecho antes de h