"Samantha"
Heitor me metió en la casa y no podía creer lo que veía. Era una casa enorme y hermosa, pero lo que me sorprendió fue lo que había dentro. No había muebles, pero sí una multitud de rosas rojas, velas y globos con forma de corazón en el techo.
En el centro de la habitación había alfombras de pelo largo de colores claros y muchos cojines coloridos de tonos vibrantes y tamaños variados, y una mesa con fresas, chocolates y vino con hielo. Heitor repitió el gesto que había hecho en una de nuestras mejores noches. Era exagerado, cliché y dramático, pero esta vez había llevado las cosas a un nivel completamente nuevo.
"¿De quién es esta casa?" Me giré hacia él, todavía atónita por todo.
"Es nuestra casa". Heitor se acercó.
"No creo haber entendido". Estaba completamente perpleja por lo que veía, tanto que mi cerebro se sentía inerte. "Sam, compré esta casa hace unos cinco años, antes de que murieran los padres de Alessandro. Mis amigos vivían aquí y pensé en quedarme cerca. Pero n