Tomé un café y me senté en mi escritorio; aún me temblaban las piernas. Después de unos minutos, llegó un correo electrónico de mi jefe con instrucciones para prepararme para la reunión del día siguiente. Me puse a trabajar rápidamente, y cuando los empleados empezaron a llegar a la oficina, ya tenía todo en orden.
Mariana llegó abrazada a un joven y me miró sorprendida.
—¡Gato, te caíste de la cama! ¡Buenos días!
—¡Buenos días, Mari! El jefe me pidió que llegara temprano para prepararme para la reunión de mañana.
—Ese Alessandro. Que no se acostumbre.
—No lo dejaré, Mari. Pero estuvo bien, ya estoy preparada. —La miré y sonreí.
El joven que la acompañaba me miró con una sonrisa extravagante. Era guapo, bronceado, alto, de ojos marrones, cabello negro un poco más largo y barba. Vestía un traje elegante y gafas.
—Mari, mi jefe dijo que la nueva asesora era guapísima, ¡pero no fue justo! ¡Es guapísima! —dijo con voz alegre y muy amable—. Va a armar mucho revuelo en esta oficina.
—Sí, Ri