Me senté en la silla de mi oficina, me temblaban las piernas, no sé cómo logré mantenerme firme como si nada. Qué mujer tan desagradable es Ana Carolina. Pero no esperaba que las cosas se desarrollaran así. Vaya, cuando me abrazó por la cintura para evitar que me cayera y me atrajo hacia su pecho, me sorprendí muchísimo. Claro que sentí la dureza de su impresionante miembro en mi espalda y eso me despertó, pero cuando me susurró al oído que no me moviera, un calor me recorrió el cuerpo dejando mis bragas mojadas y ardiendo. Hacía mucho que no sentía eso, desde aquel baile. Y mi jefe estaba duro como una roca, apretándome la espalda... ay, no sé si este trabajo durará.
—¡Catarina, estás hecha polvo! —me dije. Tomé mi celular y le envié un mensaje a Mel. Necesitaba decirle que conocí el jefe, así que escribí: "Conocí a mi jefe". No tardó mucho en responder: "¡Apuesto a que te agarró en la oficina!". Sonreí y le respondí: "De verdad que me agarró. Te lo diré en la cena". Envié el mensaje