Al despertar me encontré a mí misma postrada en mi cama. Con un paño húmedo en la cabeza y a Maya a mi lado durmiendo. Me sentía fatal. Me dolía todo el cuerpo. Me pesaba la cabeza y tenía unas nauseas horribles.
– ¡Emma! –Exclamó mi mamá aliviada entrando a la habitación–. ¡Por dios que me asustaste! ¡Te desplomaste en el pasillo! ¡De suerte estaba allí yo para afirmarte o sino estarías en la clínica en estos momentos! –Se sentó en los pies de la cama y me miró–. ¿Y cómo te sientes?
–Fatal… –suspiré con una voz ronca que dio lastima.
–Iré ahora a comprarte los remedios. ¿Quieres algo de comer?<