Hacía unos días que Daniel no se quedaba a dormir, solo nos estábamos viendo en la oficina o yo iba a su casa cuando Leia estaba en casa de Arturo, me sorprendió bastante cuando lo vi aparado en mi puerta, con aquella sonrisa suya de lado.
–Hola– dijo, se inclino y me beso en la mejilla derecha– ¿Cómo estás? – lo mire perpleja. –¿Quieres ir a cenar? O nos podemos quedar– algo dentro de mí se calentó en aquel momento, no, no quería ir a ninguna parte porque quería que estuviera solo para mí, porque, aunque no lo diría lo había extrado muchísimo. Me hice a un lado y lo dejé pasar. –¿Te comieron la lengua los ratones? – se paro justo frente de mí, mirándome fijamente a los ojos, me mordí el labio– bueno… nos quedamos entonces. –Sí– dij