DOÑA MARCIA ,SEÑORA DEL CASTILLO
No ve don Rodrigo el momento de reanudar la búsqueda que el corazón le dice que en avispero se mete la hija de su muslo, y no puede perder a la que ama como amó a su madre que solo ella le queda de la que fue esposa nada un día. Y como si sus pensamientos leyese de lejos, aparece en la puerta que dejase cerrada doña Marcia sujetando con sus dedos largos y blancos el marco de ésta.
-¿Dais vuestro permiso don Rodrigo?-le sonríe con la luz en los ojos y los velos que cubren sus cabellos revoloteando en torno suyo.
-Pasad señora, que venís caída del cielo mismo, en momento que mi corazón y mi mente cavilan como nunca lo hiciesen antes.
-¿Qué es eso que os perturba tanto amigo mío? ¿no es acaso la suerte de vuestra hija, que lejos de vos anhela retornar a la calma del hogar?
-Eso mismo es lo que le ocurre a mi alma, que no sabe de estas cosas, que en la guerra soy de espada firme, y en estas lides se me derrota como a niño recién destetado.
-Calmaos mi seño