1 "Maldito mentiroso"

¿Qué hace? ¡Bájeme ahora mismo! – Gritó.

Creo que te llevaré conmigo.

¡Ni se le ocurra! ¡O me suelta o…!

¿O qué? – Dijo con diversión en la voz.

¡Lo mataré! – Gritó fúrica en inglés.

¿Con qué? ¿Con esa maleta? – Los demás rieron y ella se puso peor.

Con lo que sea, pero juro que no dejaré que me toque un solo cabello.

En este momento estoy tocando más que eso.

Le dijo con burla, pues la sujetaba con firmeza por la cintura con una de sus enormes manos y la tenía pegada a él de espaldas, ella no podía verle el rostro y empezó a revolverse furiosa arriba del caballo.

–Quieta. Ordenó – Espantas a Janto.

Me importa muy poco su maldito caballo.

Pero a mí si me importa y mucho.

Pues a mí no me importa que a usted le… - Y no dijo más por que él le tapó la boca con una mano, provocando sonrisas en las caras de los hombres que le acompañaban, al menos no eran carcajadas esta vez se dijo Gabriela.

Si sigues hablando te voy a amordazar – Dijo acercándose a susurrarle eso en el oído logrando que todo el cuerpo se le pusiera tenso.

Le va a ir muy mal por hacerme esto – Le dijo ella con algo de dificultad por que seguía teniendo su mano sobre su boca.

¿Nunca obedeces una orden? - Preguntó exasperado.

Nunca…

Y no dijo más por que empezaron a cabalgar sobre la arena, con confusión vio que se dirigían a la ciudad fronteriza que ya era zona de Durban. Llegaron a las afueras y él dio órdenes a sus hombres en una lengua parecida al árabe pero que ella no conocía para nada y que seguro él había usado porque sabía que así no le entendería. Seguro era el dialecto de la zona.

Una camioneta todo terreno apareció de la nada y él la bajó del caballo.

-LLéveme a la embajada de mi País. – Exigió a pesar de que no estaba en condiciones de pedir nada.

¿Y cual es su País? – Inquirió él.

Soy ciudadana Italiana.

Interesante… entra a la camioneta.

No, hasta que me diga a donde me lleva.

No doy explicaciones, pero ya que insistes. Creo que necesito una nueva mujer para mi harén – Explicó con una sonrisa a juzgar por sus ojos, por que el resto de su rostro seguía oculto.

¿Qué necesita que…? - Preguntó con el rostro estampado de furia y confusión total. – Primero muerta ¿me oye?

Demasiado claro. Abdul métela en la camioneta y vigílala. –Ordenó en Inglés a un hombre enorme que a ella le resultó familiar.

Entre gritos, golpes y protestas de Gabriela hacia Abdul fue que este la llevó a la camioneta no sin dificultad.

Mi señor. La pobre chica se lo ha creído todo. – Le dijo un hombre mayor que iba con él.

Lo sé, tenía mucho que no me divertía tanto ¿Es testaruda verdad Abdul?

Mucho mi señor, mucho. También muy hermosa.

Sí Abdul, eso también lo sé…

Milan, Italia seis meses después…

¿Puedes explicar que rayos significa esto, Gabriela? – Rugió, literalmente rugió su padre desde la cabecera de la impresionante mesa de caoba en la sala de juntas. Gabriela dio un respingo en el asiento y miró a su padre totalmente confundida. Había llegado tarde y enseguida había sentido una terrible tensión, sus hermanos estaban con los ceños fruncidos y mortalmente serios, su madre tenía cara de funeral y su padre al igual que los demás, solo eran sus hermanos y su madre y no toda la junta directiva, le habían dirigido sendas miradas asesinas al llegar, a lo cual había parpadeado con confusión ¿Qué hice? Se preguntó inmediatamente, repasando lo que pudiera haber provocado semejante reacción, pero lo cierto era que no recordaba una tan exagerada a algo que hubiese hecho, seguramente se trataba de un error. Pero al sentarse su padre le había dicho aquellas palabras.

Si me dijeras de que se trata padre, estoy segura que podré explicarlo. – Le respondió con cautela.

Así que estás segura que puedes explicarlo – Le dijo su hermano Alexéi, el mayor, con voz dura y ella acostumbrada a ser el objeto del cariño de sus dos hermanos a pesar de que a veces podía ser un verdadero incordio para ellos y viceversa, y a pesar de que peleaban gustosamente, ese tono de voz no lo había recibido así que se puso más tensa todavía.

He dicho – repitió empezando a enfadarse – Que si me dicen de qué m*****a cosa me acusan puedo explicarlo.

No hables así delante de Mamá – Le reprochó Román, el segundo de sus hermanos con voz de hielo.

He oído cosas peores salir de la boca de Gabriela – Dijo su madre – Y la he visto hacer cosas muy locas, pero esto es sencillamente inaudito – Remató la bella Sascha con gesto de consternación. Para esas alturas Gabriela estaba al borde, a punto de gritar con todas sus fuerzas y ella había gritado en la sala de juntas, pero no con todas sus fuerzas.

Creo que voy a gritar – Siseó a punto de hacerlo.

¿Podrías decirnos por qué se niegan a hacer negocios con nosotros en Durban? – Preguntó su padre con gesto de muerte.

¿Du…Dur…ban? – Tartamudeó empezando a comprender y sintiendo que el color abandonaba su cara. Un frió la recorrió y tragó saliva discretamente.

Veo que sabes de que va todo esto ¿verdad? – Tronó Darren Kensington su padre, quien no quitaba el gesto furioso.

Fue ahí donde pasaste tus vacaciones de dos meses ¿No es así? – Preguntó Alexéi.

Sí, fue allí pe… pero… - ¿Por qué no podía dejar de tartamudear?

¿Qué hiciste esos dos meses Gabriela? – Siguió su madre.

Yo… - Intentó contestar Gabriela.

No, no lo digas – Dijo con sarcasmo Román- Exploraste la zona, compraste tapetes, artesanía local y te enredaste con uno de los Príncipes del País.

¿Qué yo qué? – Gimió ella ¿Príncipe? Ella no conoció nunca a nadie de la familia real de Durban; León era un Jeque, familiar lejano de la realeza del País, no era ningún Príncipe.

El cual reclama que regreses a su lado – Siguió furioso su padre – Porque da la casualidad que tú, mi querida y caótica hija que, si no lo haces, se nos va de las manos este contrato el cual sabes perfectamente que es de vital importancia para nosotros.

Eso no puede ser verdad… - Dijo con voz entrecortada Gabriela.

Pues lo es – Dijo con voz apesadumbrada su madre – Pero lo que nos tiene así no es el contrato hija.

¿Entonces? – Graznó Gabriela.

¿¡Qué estabas pensando!? – Gritó su padre - ¿¡En que momento decidiste desgraciarte la vida!? ¡¿En que momento pensaste que lo mejor para ti era casarte con un Príncipe con ideas del siglo pasado!?

Si el rostro de Gabriela ya no tenía color en ese momento la ausencia del mismo fue total, acompañó la reacción un mareo impresionante. De no estar sentada seguro caía redonda ¡Ella no estaba casada con León! ¿O sí? Él la había molestado frecuentemente con ello, le decía que era suya por el simple hecho de que habían tenido relaciones y eso sellaba su destino, que al haberse acostado significaba que ya le pertenecía. Cosa que no fue así pues lo dejó sin más y sin voltear siquiera a pesar de lo duro que fue hacerlo.

Yo no me casé con nadie durante mi estancia en Durban y mucho menos con un Príncipe ¿Quién les ha contado tan absurda historia?

El mismísimo León en persona, su Alteza real, Príncipe de Durban y favorito del rey, por si fuera poco – Resopló Alexéi. – El encargado de las inversiones, negocios y finanzas del Reino. Él cual me dijo sin más y sin tiempo a asimilarlo que yo era su cuñado, cuando me presenté para hacer negocios en el País y que exigía la devolución de su flamante esposa o de lo contrario no sólo no habría trato alguno, si no que se encargaría personalmente de arruinarnos. – Remató con una mirada llena de coraje hacia ella.

Eso es absurdo – Insistió Gabriela – ¡León no es ningún Príncipe! ¡Yo no me casé con nadie! Y en todo caso él jamás exigiría algo así, él no es así… Yo…- Ella misma se interrumpió, sabía que León era capaz de eso y más cuando quería algo y sobre todo cuando ese algo que era ella y no le había dejado salirse con la suya. Ella lo había abandonado y eso nadie jamás se lo había hecho.

Mira esto – Dijo su madre sacándola de ese funesto pensamiento y mostrándole en su teléfono imágenes de él tomadas por fotógrafos de todo el mundo. - ¿Insistes en que no es el mismo hombre del que hablamos?

Con manos temblorosas vio las imágenes donde iba vestido a la manera occidental y como siempre arrebatadoramente guapo, comprobó con horror que seguía teniendo el efecto de dejarla sin aliento a pesar de solo verlo en una imagen plasmada en papel. Era hermoso a más no poder, millonario a más no poder y encima un condenado Príncipe de unos de los Países más ricos del Mundo.

¿Le faltaba algo? ¡Nada! Y eso lo decían en los textos que acompañaban las fotos donde lo aclamaban como el partido de oro, el soltero de diamante, que tenía el poder de derretir con esa mirada de ojos ambarinos iguales a los de un León y que aún sin tener un centavo seguiría teniendo el mismo y potente efecto con el género femenino. Pero ella había estado con León un Jeque árabe de visita en Durban ¿no? ¡Qué estúpida! Era obvio que le había ocultado que en realidad era uno de los hijos del Rey y de paso que de alguna manera ella estaba unida a él. Reparó por fin en el hecho de que el nombre León era lo mismo que Asad, tenían el mismo significado ¿Así que estaba unida a un Príncipe? ¡A un maldito mentiroso! Así que era el Príncipe Asad Khan Al Rached Zani Al Ahmad, el segundo hijo varón del Rey Omar, pero su favorito. La prensa decía qué si no fuera por que se aplicaba con religiosidad las leyes, el Rey de buen grado lo nombraba soberano en lugar de su hermano mayor dado a las parrandas y a gastar dinero por toneladas.

Se le adjudicaba el título de amplio conocedor del cuerpo femenino, poseedor de bellas mujeres, una lista interminable de bellezas había pasado por su cama decían los artículos que leía a toda velocidad sin que sus manos dejaran de temblar, reacio al compromiso decía uno, soltero indiscutible, magnifica tentación para cualquier mujer que creyera poder conquistarlo pero al parecer era inconquistable en lo relacionado a un compromiso mayor. Nunca pasaba más de un mes con la misma mujer. Y ella había estado dos meses ¿Merecía una medalla? Lo vio en una foto rodeado de bellezas anhelantes y ansiosas a su alrededor y sintió ganas de vomitar.

Él me engañó – Susurró olvidándose de que su familia estaba presente.

¿De qué hablas? – Dijo su Padre más calmado al ver que ella estaba realmente afectada.

¿Te obligó a que te casaras con él? – Se levantó Alexéi de un salto.

No entiendo nada – se obligó a hablar – Aquí dicen que al Príncipe Asad no le gustan los compromisos y ahora resulta que estoy casada con él y que exige que vuelva. Él me dijo que era un Jeque nunca dijo que era un Príncipe, estuvimos juntos dos meses. Después de eso yo regresé, pero… - no iba a contar los detalles de su separación por mucha confianza que tuviera a su familia. No tenía caso preocuparlos más o hacerlos enojar aún más de lo que ya lo estaban. – ¿Para qué exigir mi regreso? Nunca hubo una ceremonia. Tiene cientos de mujeres de donde escoger ¿Qué demonios quiere?

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