Aparto su silla de la mesa que está ubicada en un rincón de esta terraza que tiene una vista espectacular a la ciudad, y ella se sienta cuidadosamente para que su vestido no se suba más de la cuenta. La verdad debo agradecérselo, al fin y al cabo, no soy de piedra.
—Gracias. — Me dice con una media sonrisa.
—Un gusto rubia, ya sabes debo ser amable con mi angelical esposa. — Respondo con una sonrisa.
—Tu angelical esposa puede convertirse en una fiera si sigues con ese sarcasmo. — Me advierte haciendo que me ría.
—Va bene... sabes, creo que tú y yo deberíamos tener una regla cada vez que salgamos juntos. — Comento.
—¿Y esa regla seria? &mdash