A la mañana siguiente, Irene completamente recompuesta, se estiró en la cama y sonrió relajada. Se sentó y, recordó que estaba tan exhausta el día anterior que, como los pesados días de la oficina, casi se movía solo en automático.
Miro a su alrededor y vio el enorme ventanal el mar se veía esplendido, se puso de pie y caminó hacia él. La vista era hermosa y hasta utópica.