Alan sintió como su sangre comenzó a hervir, pero…
Nadie sabría el esfuerzo sobrehumano, que fue necesario para controlar su impulso de arrojarla a la cama para marcar con mordidas y besos ese cuerpo que le pertenecía por completo.
Con determinación, acarició su rostro suavemente con una sonrisa.
—Ahora todo tiene sentido, ¿Quién es…?
Irene frunció el ceño, pero se negó a responder. Debido a la información de Lester, sabía que si quería hacer algo, podría hacerlo sin problema con una mano en la cintura.
De un segundo a otro, fue como si una gran sombra intimidante la envolviera. No pudo moverse una pulgada, y la mirada llena de advertencia, fue como la de una serpiente amenazando con atacar.
Alan besó su mejilla suavemente y acomodó su largo cabello tras su oreja.
“Es ese maldito mesero de m****a, ¿Cierto?”
Pese a sus pensamientos, su mirada amorosa y su sonrisa seductora, eran como un sueño.
—Esta bien, no pued