Capítulo 5

Mis manos empezaron a sudar de los nervios e intenté alejarlas de las suyas, para poder secarlas en el vestido al menos, pero él no soltó su agarre y volvió su mirada hacia mi mientras apretaba los labios.

Realmente me estaba preocupando su expresión así que no pude evitar preguntarle qué demonios le pasaba.

-¿Estás bien? –susurré muy bajito y apenas articulando para que solo él entendiera.

Lucciano entrecerró sus ojos y no contestó nada. Simplemente volvió su rostro hacia el cura y me ignoró.

Tal vez no notó nada y simplemente estaba enojado por ser obligado a casarse, pero yo tampoco quería estar metida en este lío, sin embargo aquí estoy, afrontando mi realidad. Intentando aparentar pura felicidad cuando lo que realmente quería era tomar un cuchillo y apuñalar una almohada.  

Sinceramente lo que el cura decía me importaba un pito, así que simplemente me resigné a esperar hasta que por fin llegó la gran pregunta.  

-Gianella –llamó el cura, lo miré sonriendo -¿Aceptas a Lucciano Tonelli como tu esposo, para amarlo y respetarlo, en la salud y enfermedad, en la riqueza y pobreza, hasta que la muerte los separe? –preguntó el cura.

La verdad no, pero seguramente sería ejecutada por mi padre si me negaba.

-Acepto –dije suavemente con la sonrisa más falsa del mundo.  

El cura se volvió hacia Lucciano.

-Lucciano ¿Aceptas a Gianella De Santis como tu esposa, para amarla y respetarla, en la salud y enfermedad, en la riqueza y pobreza, hasta que la muerte los separe? –volvió a preguntar.

Lucciano miró sobre mi hombro y nuevamente a mí. Me puse nerviosa al ver que no contestaba, miré a mi padre que estaba moviendo la pierna ansioso y sentí que ese era mi fin. Listo, se había dado cuenta del engaño e iba a exponernos.

Esperé lo que fueron los segundos más largos de mi vida. Él seguía con esa expresión ceñuda y los labios apretados. Cerré mis manos en las suyas intentando soltarme, no debí hacerlo ya que salió del trance en el que estaba y me acercó a él.

-¿Lucciano? –pregunté en un susurro.

Me miró y suspiró.

-Acepto –contestó.

Dejé salir todo el aire que había retenido en mi pecho aliviada.

“Yay, hoy no me rebanarían el cuello” pensé.

-Por el poder que me confiere Dios y la iglesia los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia –terminó el cura.

Respiré hondo y miré fijamente los ojos de Lucciano esperando el beso. Este sería mi primero beso y estaba algo nerviosa, no sabía si acercarme o dejar que él diera el primer paso.

Al final, fue Lucciano quien rodeó mi cintura y me acercó bruscamente. Apoyé mis manos en su pecho sorprendida y levanté la mirada a sus ojos. Estaba sonriendo de medio lado, pero no había amabilidad en esa sonrisa. Bajó su cabeza y atacó.

Me besó con fuerza obligándome a abrir la boca. Me resistí un poco, pero había demasiadas personas mirándonos, se supone que debía ser sumisa y complaciente. Así que lo dejé devorar mi boca.

Jamás imaginé que un beso podría ser así, duro pero a la misma vez sentía cosquillas en mi bajo vientre por la sensación de sus labios moviéndose en sintonía con los míos. Me gustaba. Suspiré y lo dejé guiarme ya que su beso me estaba dejando mareada y confundida. ¿Por qué estaba disfrutándolo? No debería hacerlo todavía ¿o sí?

Las manos de Lucciano subieron a mi rostro y apretó suavemente mi mandíbula, abriendo mi boca y metiendo su lengua. Abrí mis ojos ante esa nueva sensación de su lengua chocando con la mía.

Escuchaba los aplausos y silbidos de fondo pero solo podía concentrarme en la boca sensual de Lucciano y como su lengua estaba encendiéndome y dejándome sin aire. Necesitaba respirar así que lo alejé con mis manos y respiré hondo.

Madre mía, eso fue intenso.

Agitada lo miré sorprendida por el arrebato que acababa de tener conmigo, no me quejaba, porque me encantó su beso, pero si me dejó algo impresionada.

Tomó mi mano y la apoyó en su brazo antes tirar despacio de mí para caminar por el pasillo hacia la salida. Le seguí el paso y entre aplausos y saludos nos dirigimos a la salida, siempre sonriendo a quienes nos felicitaban, para demostrar felicidad por las recientes nupcias. Además tenía que comenzar a interpretar el papel de esposa perfecta, y transmitir felicidad por mi matrimonio era lo primero en la lista.

Salimos finalmente de la iglesia y Lucciano apresuró el paso hacia la limusina que nos llevaría hasta la fiesta. Lo miré sin entender porqué íbamos hacia allí, se supone que debíamos saludar a los invitados, luego nos llevarían a realizar las fotos para terminar en la fiesta más tarde.

-¿A dónde vamos? –pregunté.

El chofer de la limusina al vernos corrió a abrir la puerta trasera. Miré a Lucciano esperando una explicación pero solo recibí un empujón que me lanzó dentro del vehículo.

Por suerte apoyé mis manos en el asiento así que no me lastimé. Me incorporé y alejé de la puerta ya que mi nuevo esposo se metió sin importarle que acabara de tirarme dentro de un maldito auto.  

Furia recorría mi cuerpo y juro que intenté calmarme, pero estaba muy  molesta con su actitud. No tenía ningún motivo por el cual tratarme así.

-¿Qué te pasa? –le pregunté. –Podría haberme lastimado bruto.

Por suerte no fue así, pero podría haber caído sobre el piso del vehículo y ahí sí, le arrancaría los ojos sin dudarlo.

Él cerró la puerta de golpe, el auto se puso en marcha y me señaló en cuanto nos movimos.

-¿Crees que pueden tomarme por idiota y salir impunes? –preguntó furioso.

No entendía de qué hablaba. A ver, a mi también me obligaron a casarme, no era la gran cosa. Él sabía que debía casarse. Por qué ahora, después del “acepto” se molestaba.

-¿De qué hablas? –pregunté.

Me tomó del brazo y acercó su rostro al mío hasta que un par de centímetros nos separaban.

-Esto lo vas a pagar caro Gianna –dijo entre dientes.

“¡MIERDA, CARAJO, M*****A SEA!” grité por dentro. ¿Cómo se dio cuenta? No tiene sentido, nadie pudo distinguirnos. Tal vez alguien se había chivado, aunque no hay una certeza de que fuera cierto. O era una prueba, si seguramente me estaba probando. Lo miré fingiendo no entender.

-Soy Gianella –afirmé.

Río sarcásticamente.

-Tal vez los demás sean demasiado idiotas para no darse cuenta, pero yo no. ¿Se creen muy listas verdad? En cuanto lleguemos a la fiesta se cambiarán y yo tendré a la novia que elegí ¿soy claro?

La furia en sus ojos me asustó e intenté separarme de él. Ni loca iba a dejar que mi hermana cambiara conmigo. La estaría sentenciando.

-Estás confundido, soy Gianella, enserio.

-¡DEJA DE MENTIR! –Gritó.

Me alejé con miedo a ser golpeada, estaba muy enojado y no quería empezar este matrimonio con costillas rotas y moretones. Bastante malo era verlo a diario con mis padres. Él notó mi miedo y el temblor en mi cuerpo. Levantó su mano y me encogí tapando mi cabeza esperando el golpe, pero nunca llegó.

Su mano apartó las mías de mi cabeza y me hizo mirarlo. Suspiró y la tensión en su rostro se relajó viéndose más calmado.  

-No te voy a pegar –murmuró.

-Todos dicen eso. ¿Crees que caeré en esa tonta mentira? He convivido con un hombre que me ha maltratado toda mi vida.

Él lo sabía, claro que lo sabía. Era muy obvio después de conocer a mi padre.

-Pues yo no soy un maldito golpeador de mujeres.

Bufé.

-Por favor, has matado a más personas que dudo si creer tus palabras.

-Me importa un carajo si no me crees y eso no es lo que quiero solucionar ahora. No sé por qué tu hermana y tú decidieron hacer este jueguito, pero no me gusta nada y no voy a permitirlo. En cuanto lleguemos a la fiesta harán el intercambio.

Negué, era obvio que ya no podía seguir negándolo. Pero aún descubierta, ni loca dejaba que Gianella volviera a tomar el lugar de esposa.

-No va funcionar, tenemos peinados y maquillaje diferente. Las personas se darán cuenta.

El abrió su chaqueta y sacó un celular del bolsillo. Me lo extendió y sorprendida lo tomé viendo que se trataba de mí teléfono.

-¿Qué haces con mi celular? –pregunté.

-Tu padre me lo dio. La estilista irá en el coche de tu hermana. Avísale que comience a cambiarle el maquillaje y el peinado.

No moví un dedo. No podía hacerle eso a Nella, estaba embarazada y si Lucciano se enteraba la mataría. Y lo peor es que nadie lo culparía, todos apoyarían su decisión ya que las mujeres debían llegar puras a su esposo en nuestra cultura.

Debía pensar en algo rápido. Miré de reojo a Lucciano y sus ojos estaban fijos en mí.

-¡AHORA! –Gritó exaltándome.

Encendí el teléfono, lo desbloqué y le mandé un único mensaje a mi hermana con la esperanza de que actuara rápido.

“Lucciano descubrió todo, escapa ahora. Te quiero” escribí y le di a enviar.

Habían pasado unos quince minutos desde que salimos de la iglesia, tiempo suficiente para que Nella y Matteo subieran al auto y se largaran. Llevarían la ventaja suficiente, solo esperaba que mi hermana leyera rápido el mensaje.

Bajé la vista al celular y suspiré aliviada al ver el tic de visto en azul. Lucciano extendió su mano.

-Déjame ver –dijo.

Negué y presioné el botón de apagado. Él se tiró sobre el celular y me puse de espaldas a él, alejando el aparato de sus manos.

-¡Entrégamelo!

-¡No!

Rodeó mi cintura tirándome hacia atrás sobre el asiento e intentó quitarme el celular. Forcejé con él hasta que vi como la pantalla se ponía negro y finalmente lo solté.

Lucciano tomó el teléfono y frunció el ceño al ver que estaba apagado. Me empujó sobre el asiento y volvió a encender el celular pero estaba bloqueado por una contraseña. Me miró muy enojado.

-Desbloquéalo –exigió.

-No –contesté firme.

Apretó los labios y me tiró sobre él para posteriormente presionar su mano en mi cuello cortándome un poco el aire.

-Desbloquéalo Gianna –volvió a exigir.

Negué con la cabeza.

Apretó más y abrí mi boca intentando aspirar aire, mis pulmones ardían y el oxígeno no llegaba. Eso era todo. Moriría, pero al menos mi hermana estaría a salvo.

-Hazlo –dije como pude.

Me miró y sentí que ese momento era mi final. Estaba asustada ¿quién no lo estaría de morir? Pero también la paz estaba presente, porque al menos Gianella sería feliz.

Me estaba ahogando. Si así iba a morir, lo haría a mi manera. Bajé mis ojos a los suyos, para que viera mis ojos cuando arrebatara mi vida, cerré mi boca dejando de intentar respirar y le sonreí. Sería un fin bienvenido.

Podría sentir la furia que emanaba de su cuerpo, ardería en llamas si pudiera. Estaba muy enojado pero no me importaba. Observó mi sonrisa y pensé que explotaría por eso quebrando mi cuello, pero solo me tiró sobre el asiento y gruñó.

Tosí por la falta de oxígeno llevando mi mano al cuello mientras volvía a meter aire en mis pulmones de manera agitada. Lo miré furiosa y decidí enfrentarlo.

-Ahora mi hermana está a salvo, lejos de ti y esta vida de m****a. Jamás la encontrarán. Así que si quieres matarme hazlo, porqué de mi no obtendrás nada–dije entre tosidos.

Su expresión cambio de enojo a ¿fastidio tal vez? No estaba segura.

-Cometiste un grave error Gianna –suspiró y sacó otro móvil de su bolsillo. –Ya que tu hermanita decidió huir ahora tendré que conformarme contigo. Pero descuida, tu traición no quedará impune. Ahora eres mía y obtendré hasta la última gota de alma en tu interior. Esto apenas comienza. –dijo con voz calmada. –Lamentarás haberme traicionado.

Tragué ruidosamente asustada.

No dudaba qué lo lamentaría hasta el mi último aliento. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo