Una melodía de piano y cuerdas sonaba en la lejanía. A las notas, suaves y emotivas, se unía una voz de tenor que recitaba palabras dulces, palabras llenas de emoción y nostalgia. Era la canción más bella que Sascha había escuchado en su vida y mientras ella cerraba los ojos y pensaba en Iván, la voz del interprete recitaba:
Aquí en la oscuridad
Con las estrellas solitarias…
Solo el hombre en la luna
Y el latido de mi corazón…
El rizo de tus labios y la suavidad de tu piel
El silencio que canta
La canción en el viento…
La letra se perdía y de un momento a otro, Sascha ya no distinguía las palabras. Era una situación un tanto surrealista, porque en el fondo sabía que nadie podía estar interpretando una canci&oa