Mi mundo se vino abajo. Sentí cómo las lágrimas me llenaban los ojos mientras intentaba mantener la calma.
Miré hacia Christian, que estaba al teléfono, y él notó mi expresión. Colgó rápidamente y se acercó, la preocupación evidente en sus ojos.
—Max, voy a hablar con Christian e iré lo antes posible —logré decir, con la voz temblorosa—. Aguanta, ¿vale? Ya voy.
Colgué y me giré hacia Christian, dejando que las lágrimas finalmente escaparan.
—Ariel, ¿qué ha pasado? —preguntó él, con la voz cargada de preocupación.
—Es mi madre —respondí, intentando respirar hondo y limpiar las lágrimas—. Ha tenido una parada cardíaca. Max dice que es mejor que vaya cuanto antes.
Christian no dudó ni un segundo. Me envolvió en un abrazo fuerte, sujetándome mientras lloraba sobre su hombro.
—Nos vamos ahora mismo —dijo, su voz suave pero decidida—. Yo me encargo de todo aquí. No tienes que preocuparte de nada, solo de tu madre.
Asentí entre sollozos.
—Gracias, Christian —murmuré, encontrando consuelo en