El sonido de los neumáticos sobre el asfalto mojado era lo único que rompía el silencio de la noche.
Joseph miraba su teléfono, revisando el mensaje que acababa de recibir.
"Eduardo está con Fátima."
Su expresión no cambió, pero sus dedos se cerraron con fuerza alrededor del volante.
Sabía que no podía confiar en ese imbécil.
—Bien jugado, Eduardo —murmuró para sí mismo.
Luego, marcó un número.
—¿Dónde están ahora?
—Acaban de salir del trabajo de ella al parecer —respondió la voz al otro lado—. Eduardo la convenció. Se fueron juntos.
Joseph apoyó el codo en la ventanilla, pensando rápido.
Esto podría ser un problema.
O una oportunidad.
—Siguelos. Pero mantente a distancia.
—Entendido.
Joseph colgó y sonrió.
—Veamos qué planeas hacer con ella.
***
Eduardo no tardó en notar al hombre que lo seguía.
—Hijo de puta… —murmuró Eduardo
Apretó el volante y respiró hondo.
Tenía que perderlo.
—¿Qué pasa? —preguntó Fátima, mirándolo con preocupación.
—Nos están siguiendo.